El Mercurio, 16 de junio de 2018
Opinión

¿Existen los intelectuales de derecha?

Sebastián Edwards.

La verdad es que no lo es. La ‘guerra de ideas’ siempre se ha llevado a cabo desde distintas plataformas. En ellas participan intelectuales, académicos, reporteros, analistas, blogueros, lectores de noticias, y editorialistas. Nadie sobra; todos suman.

La política chilena suele ser áspera y brutal; también aburrida. Pero a veces, muy de vez en cuando, el debate toma ribetes inesperados, casi cómicos. Esto sucedió hace unas semanas cuando estalló una rencilla entre columnistas de derecha sobre quiénes podían ostentar el título de «intelectuales». La guerra se desarrolló en las páginas de los diarios, en los periódicos electrónicos, y en las redes sociales.

El asunto empezó con el columnista Hugo Herrera, quien argumentó en La Segunda que muchos analistas de derecha habían optado por la comodidad de los «centros de estudios», en vez de bregar en las trincheras universitarias. En el pasado, se quejó, la cosa no era así. Jaime Eyzaguirre, Hernán Godoy y Gonzalo Vial, disertaban desde las aulas universitarias, haciendo un esfuerzo por reclutar a nuevos estudiantes para sus ideas.

Las flechas de Herrera apuntaban a un blanco en particular: a la Fundación Para el Progreso (FPP), cuyo directorio es presidido por Nicolás Ibáñez -fundación a la que Herrera mencionó despectivamente-, y al director ejecutivo de la misma, Axel Kaiser, a quien Herrera no se dignó nombrar.

Según Herrera, los «investigadores» de dicha fundación carecerían de los pergaminos requeridos para ese título. No estarían ungidos por algún jurado superior, sino que habrían sido elegidos «a dedo» por Ibáñez, el mecenas.

Herrera es hábil, y sabe que no debe disparar de «chincol a jote». Entonces, dijo que el Centro de Estudios Públicos sí era de calidad; pero no así la FPP ni Libertad y Desarrollo, institución dominada por un excesivo «economicismo».

Axel Kaiser y sus partidarios respondieron mediante entrevistas y columnas, en periódicos y en las redes sociales.

Todo el episodio tuvo sabor a pelea de conventillo. Y deleitó a los analistas de izquierda.

Si bien el asunto tiene un lado cómico, también tiene un ángulo serio. En Chile -como en todo el mundo- hay una «guerra de ideas», guerra en la que compiten los principios liberales, conservadores, socialdemócratas, y de izquierda (vieja y nueva). Para que esta competencia sea útil, y el debate termine beneficiando a la sociedad, es necesario que las distintas posturas cuenten con defensores idóneos, con paladines bien formados, duchos en el arte de la retórica.

El asunto, por tanto, plantea varias interrogantes. Una de las más importantes es cómo se adquiere la calidad de «intelectual», calidad que Herrera parece reclamar para sí mismo y para sus partidarios, y le niega a Axel Kaiser y los suyos.

Empecemos por lo más simple: Herrera no puede autodeclararse «intelectual» por solo tener un doctorado. Esas jinetas son conferidas por los pares, a través de un proceso riguroso, largo y a ratos misterioso. Tampoco basta con enseñar en una universidad, haber publicado algunos libros, tener una página de Wikipedia, o citar a Hayek, Burke, o Nozick en columnas, o en las redes sociales.

El intelectual desarrolla ideas originales e influye en las ideas de otros. Es quizás esto último -la influencia sobre las ideas de los demás- lo que distingue de manera más clara a un verdadero intelectual. Esto lo separa de un simple académico, de un comentarista, por más exitoso o polémico que este sea.

Desde hace más de un siglo -desde fines del siglo 19, a lo menos-, la influencia de los pensadores se mide en forma rigurosa a través de los «índices de citas». Estos son catastros que registran cada vez que un autor es citado por otro para justificar, explicar o refutar una idea. Hasta hace unos años, estos índices se publicaban en gruesos volúmenes. Hoy en día, sin embargo, pueden consultarse a través del internet. El más completo de estos catálogos es Google Scholar.

Al consultar ese índice, dos conclusiones son claras. Primero, en Chile hay un gran número de autores que generan citas; filósofos, historiadores, politólogos, y economistas. Es más, muchos de ellos son de derecha. En segundo lugar, ninguno de los participantes directos en esta polémica se destaca por esas citas que reflejarían su verdadera influencia intelectual.

¿Es esto último importante?

La verdad es que no lo es. La «guerra de ideas» siempre se ha llevado a cabo desde distintas plataformas. En ellas participan intelectuales, académicos, reporteros, analistas, blogueros, lectores de noticias, y editorialistas. Nadie sobra; todos suman. Es lo que Adam Smith, quizá el mayor intelectual del liberalismo, entendió por la competencia que origina la «división del trabajo». Bienvenidos Hugo Herrera y Axel Kaiser. Sigan con lo suyo, ya que cada cual, a su manera, enriquece el debate y la conversación nacional.