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Opinión

¿Hacia dónde va la Reforma de Pensiones en Chile?

Sebastián Izquierdo R..

¿Hacia dónde va la Reforma de Pensiones en Chile?

Es indudable que la reforma de pensiones ha enfrentado una serie de desafíos inesperados en su etapa inicial, a pesar de haber tenido más de un año de pausas destinadas a conversaciones. Sin embargo, a juzgar por los resultados, parece que estas nunca tuvieron lugar.

Aunque la Cámara aprobó la idea de legislar con el respaldo de un sector político, la victoria oficialista fue efímera. En la bochornosa discusión en la Sala, aspectos clave como el incremento del 6% de la cotización u otros elementos del rediseño de la industria fueron rechazados, dejándonos prácticamente en el punto de partida.

El segundo trámite en el Senado ofrece una nueva oportunidad para iniciar desde cero y construir los acuerdos que faltan en el ínfimo marco propuesto por la Cámara de Diputadas y Diputados. Hoy tenemos más preguntas que respuestas, pero abordar los temas en los que hubo disensos -bajo una meta común-, podría ser el camino. ¿En qué aspectos no nos pusimos de acuerdo en la Cámara? No se trata de acordar por el simple hecho de hacerlo; lo que está en juego es el ahorro y la vejez de todos los chilenos.

¿Entonces, cuál era la propuesta inicial? Uno de los aspectos principales era aumentar la cotización en 6 puntos y agregar más solidaridad, a pesar del 3,5% del PIB destinado al gasto fiscal de la reciente PGU, lo que, en términos de cotización, sería equivalente a más de 5 puntos. El otro era una completa reestructuración de la industria. Sin embargo, en estas dos caras visibles de la reforma, se han pasado por alto las verdaderas causas de las bajas pensiones en nuestro país: la baja densidad de cotizaciones y las mayores expectativas de vida.

¿Dónde estuvieron las principales discrepancias? Las diferencias no radicaron en quién respalda la solidaridad y quién no, sino en cómo alcanzarla. Hay un cierto consenso en que, a pesar de la PGU, la actual clase media todavía no está suficientemente respaldada. Por lo tanto, la fórmula de un beneficio transitorio por año cotizado no generó muchas discrepancias. Lo que sí fue claramente divisivo fue la fuente de financiamiento: algunos proponen destinar la mitad de las cotizaciones adicionales para el reparto, mientras que otros sugieren utilizar el 100% para la capitalización individual, sin abordar este problema a corto plazo.

¿Existe una solución intermedia? ¿Podemos encontrar otro enfoque para aumentar la solidaridad? Sí, comenzando por descartar el reparto. Este enfoque implica beneficiar a los jubilados actuales mediante un impuesto sobre los salarios de solo los trabajadores formales. El resultado sería un aumento en las pensiones actuales, pero a expensas de pensiones más bajas en el futuro, especialmente para los jóvenes y, paradójicamente, también a costa de la clase media. No obstante, también debemos evitar la capitalización individual exclusiva, ya que esto no resolvería la situación de la clase media actual.

¿Podríamos financiar la parte intrageneracional con las cotizaciones y la parte intergeneracional con impuestos generales? Al final, se necesita encontrar el mejor mecanismos para brindar apoyo temporal a la clase media jubilada mientras esperamos que la capitalización individual del 16% dé resultados.

¿Qué ocurre con la propuesta de separación de la industria? Al centralizar la atención al público en una entidad licitada respaldada por el Estado, surgen riesgos predecibles, como una gestión deficiente al manejar monopolísticamente a más de 11 millones de afiliados. Aunque se argumentan beneficios, la evidencia no respalda esta afirmación. Además, separar las funciones de gestión financiera en diferentes entidades a través de licitaciones perniciosas convierte al Estado en uno de los principales inversores. En resumen, es brillante para que todo quede en manos del Estado, pero ineficiente en proporcionar beneficios para las pensiones. Si el tema de fondo es legitimar la industria, la solución debería apuntar a más competencia y no a menos. Más actores y no menos.

¿Por qué no dejamos de lado la ideología y buscamos los cruciales ajustes olvidados en el sistema? Enfrentemos el elefante en la habitación: la informalidad, que al final se traduce en un precario mercado laboral con demasiadas lagunas y castiga en exceso a las mujeres. Esto, asimismo,  concentrado en un breve período activo por las bajas edades de jubilación y nuestras altas expectativas de vida.