La economía mundial ha mostrado signos de mejora en los últimos meses. Europa se ha alejado del escenario de una gran crisis y mejora su panorama como resultado de: (1) las reducciones de tasas y la fuerte expansión del crédito del BCE; (2) la reciente aprobación del descuento de la deuda griega por parte de los acreedores privados y del segundo paquete de ayuda financiera por las instituciones europeas; (3) los ajustes y reformas que están llevando a cabo los gobiernos de Italia y España. Por otra parte, en EE.UU. aumenta la creación de empleo y se comienza a acumular evidencia que la recuperación toma más fuerza.
Sin embargo, se mantienen las perspectivas de una recesión en Europa, seguida de un modesto crecimiento, y de un crecimiento moderado en EE.UU. Europa está por comenzar un largo y difícil proceso de ajuste y restructuración que busca corregir los desequilibrios acumulados post-adopción del Euro. Los países en problemas deben continuar con las reformas que permitan restaurar los equilibrios fiscales y privados y crear las condiciones para retomar la senda de crecimiento. Mientras que en EE.UU., la recuperación de la producción no ha ido a la par de la caída en el desempleo y una nueva discusión sobre el ajuste fiscal podría ser una amenaza sobre la recuperación en ciernes.
En el corto plazo, la clave es proteger a Italia y España (debido a su tamaño) del contagio ante un deterioro adicional de Grecia, Irlanda y Portugal. Para hacerlo, resulta crucial mantener los programas de ajuste y reformas y crear un superfondo de precaución con los recursos necesarios para estabilizar los mercados de deuda de España e Italia. Adicionalmente, los países europeos en problemas requieren una depreciación real que ayude a restaurar la competitividad perdida y los equilibrios domésticos y externos, proceso que se ve dificultado por la existencia de un tipo de cambio fijo (el Euro), por la baja demanda por exportaciones y por las rigideces en los mercados laborales, de bienes y servicios de la región.
Las economías emergentes han sido afectadas por la crisis europea a través de los mercados financieros y las exportaciones durante el último trimestre del 2011. Sin embargo, el mejor panorama reciente de Europa ha aumentado el apetito por riesgo y, en consecuencia, la entrada de flujos de capitales a esos países. Como contrapartida, volvieron a surgir las apreciaciones cambiarias y aumentos de inflación en algunos países.
Con todo, las proyecciones de la economía mundial apuntan a un crecimiento en torno al 3,3% el año 2012 y del 3,8% el 2013. Sin embargo, una profundización de la crisis europea, un aterrizaje más brusco que el proyectado en China, un mayor incremento en el precio del petróleo, entre otros riesgos, sesgarían las proyecciones de crecimiento mundial a la baja.
Por su parte, la economía chilena recuperó su dinámica en el cuarto trimestre del 2011, extendido al inicio del 2012, después de una brusca desaceleración en el tercer trimestre. Asimismo, el mercado laboral ha mantenido un alto dinamismo, lo que ha derivado en mayor crecimiento de las remuneraciones reales, aumento de la confianza de los consumidores y ha impulsado el gasto interno, a pesar de que la demanda interna continúa desacelerándose moderadamente. Lo anterior, unido a los aumentos en los precios internacionales de los combustibles y de los productos agrícolas, ha contribuido a un alza de la inflación.
En consecuencia, como resultado de la mejora en el entorno externo, la desaparición de las holguras en el mercado laboral y el repunte de la inflación, las proyecciones para la economía chilena sitúan la tasa de crecimiento del PIB para el 2012, con base 2003, entre 4,0% y 4,5%, un déficit en cuenta corriente superior al 3,5% del PIB y una inflación anual a diciembre entre 3,5% y 4,0%.