La Segunda
Entrevistas

Juan Luis Ossa: “El de Piñera es un liderazgo en expansión”

Juan Luis Ossa S..

Juan Luis Ossa: “El de Piñera es un liderazgo en expansión”

“La comparación no es con Perón, la comparación es con el allendismo. Es un modelo en que fue forjanda una identidad incluso una vez muerto… van a surgir distintas visiones con un tronco”, dice.

Que Sebastián Piñera termine siendo para la derecha lo que Salvador Allende es para la izquierda, puede ser la gran herencia que deje el expresidente, tras fallecer al capotar su helicóptero, el martes 6 de febrero.

La idea la esboza Juan Luis Ossa, historiador PUC, doctor por St. Antony’s College de la Universidad de Oxford e hijo del exdiputado del Partido Nacional Juan Luis Ossa Bulnes y de la historiadora Lucía Santa Cruz Sutil.

Después de todo, desde 1958 que la derecha no elegía un Jefe de Estado y además logró llegar dos veces a La Moneda. También se está revalorizando su capacidad de gestión y, como hoy reconoce Gabriel Boric, fue “un demócrata desde la primera hora”. Y aunque no falleció en La Moneda, sí estaba activo en la cosa pública.

—¿Hay un primer mandato y un segundo o hay una continuidad histórica en los gobiernos de Piñera?

—Son dos coyunturas y mandatos muy distintos. En el primer período su mandato surge luego de 20 años de gobiernos de centroizquierda, donde ningún gobierno de centroderecha había sido electo desde Alessandri (1958-1964) y, por lo tanto, las circunstancias históricas fueron especiales. En el segundo mandato, durante los dos primero años, pudo desplegar más su proyecto político, que es más pragmático que ideológico, en donde lograba reunir distintas tradiciones de derecha.

“Su programa no lo pudo desplegar como quería en el primer gobierno no solo porque asumió a menos de dos semanas después del terremoto de 2010, que lo obligó a centrarse en la reconstrucción, sino también por las movilizaciones de 2011, que lo hicieron retroceder para enfrentar el problema de la educación pública y la deuda histórica con los estudiantes. Tuvo que ver cómo enfrentar a esa nueva clase política que se estaba constituyendo y que 5 años después terminaría en el Frente Amplio.

—¿A qué lo obligó eso?

—A sentarse a conversar con el otro. La reducción del CAE provino de su gobierno y nadie entendía muy bien a esta nueva izquierda, cuando la Concertación había sacado al país de la pobreza a través de un reformismo gradualista, que no era extremo como otras experiencias de izquierda en la historia. Todos se pusieron a pensar cómo se comportaría esa nueva izquierda y cómo la derecha respondería con un programa de largo aliento, pues comenzó a ser obvio que esa nueva izquierda comenzaría a ganar más temprano que tarde.

—¿Qué aspectos del programa original debió sacrificar?

—Más que un rasgo específico, se dio cuenta de que tanto o más importante que lo técnico es la política. Su proyecto eminentemente técnico chocó con la realidad del terremoto y con las protestas, así es que terminó siendo un gobierno más político y ese aprendizaje le permitió sortear la gran crisis política de 2019. Los programas son herramientas para desplegar proyectos políticos y en su segundo gobierno ese proyecto se resumía en la presentación al país de una combinación de distintas tradiciones políticas con el objeto de resolver problemas concretos. En otras palabras, no bastaba con el humanismo cristiano, con el conservadurismo, ni con el liberalismo, porque la sociedad contemporánea es muy compleja y requiere de distintas herramientas. Por eso es tan difícil encasillarlo en un grupo, porque era un político pragmático que se paseaba por distintos lados sin problemas ni mayores rencores.

—Pero hablando del estallido, lo ayudó la pandemia también y todo su proyecto se fue al tacho.

—La política en general se fue al tacho de la basura. Nadie pudo preveer el estallido de octubre y que su salida iba a ser una propuesta de nueva constitución. Que decidiera no hacer de la fuerza militar una fuerza política y que se haya inclinado por lo institucional no es un legado menor. Sus últimos años estuvieron atados al estallido, la pandemia y el proceso constituyente y su programa original no fue llevado a cabo como le hubiera gustado, pero ningún programa es llevado a cabo como los presidentes creen, porque la política es contingencia.

—Y también es seducción. Fue reelecto, pero luego no fue capaz de seducir.

—El gran problema que manifestó el estallido tiene que ver con la pregunta por la democracia. ¿Cuán leales son con la democracia las distintas fuerzas que conviven en el país? ¿Creen en la democracia representativa y que pueden unas fuerzas suceder a otras, con separación de poderes del Estado? Hubo muchas personas que renegaron de la democracia de izquierda a derecha y su legado fue un compromiso ineludible con la democracia y haber logrado una salida institucional.

—¿Por una convicción democrática o porque las Fuerzas Armadas no quisieron salir? Él dijo que estábamos en guerra y el general Iturriaga (a cargo del estado de excepción en Santiago) le respondió que él no estaba en guerra con nadie.

—Ni tú, ni yo, ni nadie estuvo en ese último gabinete para saber la última razón del Presidente, pero sí sabemos que el 12 de noviembre junto al ministro del Interior, Gonzalo Blumel, salieron por televisión llamando a un acuerdo por la paz y una nueva constitución. Lo otro cabe dentro de la especulación.

“Ayudó a que la derecha saliera del enmarque autoritario”

—A grandes rasgos, Balmaceda quedó marcado por la guerra civil y su suicidio; Arturo Alessandri por la cuestión social y su exilio… Aylwin por la transición ¿Cuál será el sello por el que Piñera será recordado?

—Dos: su capacidad de gestión para resolver problemas muy grandes, como la reconstrucción por el terremoto, sacar los mineros, la pandemia. Todas calamidades muy grandes y muy bien resueltas por él y su equipo. Y la segunda, es por haber resuelto una salida democrática en su hora más aciaga, lo que marca una diferencia muy grande con otros proyectos históricos de derecha, que no vacilaron en caer en el autoritarismo, como la propia dictadura. Piñera ayudó que la derecha se saliera del enmarque autoritario.

—¿A qué figura histórica se asemeja Piñera?

—Es muy difícil catalogarlo en un marco dogmático, doctrinario. El modelo de Piñera fue un humanismo cristiano, que derivó en un liberalismo clásico, para luego ser un pragmático y por eso no se me ocurre una figura nacional o internacional para hacer una comparación razonable.

—¿Es Piñera el exponente más conspicuo de esa nueva derecha más meritocrática que aristocrática o forma parte de “la fronda”, con una aristocracia que cambió?

—Viene de una DC, que nace de un sector más de izquierda del partido conservador y eso le entregó herramientas distintas de las que tenían los liderazgos clásicos de centroderecha. Era conservador para algunas cosas y bastante liberal en otras. En Chile no había aristócratas, pero —considerando lo que se entiende por aristócratas— si uno tuviera que comparar el Piñera de los 80s y 90s con un Juan Luis San Fuentes, que se juntaba en el Club de la Unión, no tiene nada que ver un liderazgo con el otro, porque Piñera es un hijo del mercado, de la expansión del mercado.

“El vacío está siendo llenado por Matthei”

—¿Hacía falta un Piñera para debilitar la línea más conservadora y militarista de Sergio Onofre Jarpa o esa línea estaba condenada a retroceder igual por el paso del tiempo?

—Eran dos liderazgos distintos y bien peleados. La patrulla juvenil le imprimió un sello a RN y luego a la UDI, que permitió soluciones modernas a problemas modernos. Jarpa fue siempre un hijo de la guerra fría y Piñera logró salir de la guerra fría, de la división maniquea de buenos y malos. En esa salida logró readecuarse a la modernidad sin ser un progresista acérrimo: fue muy religioso, nunca fue proaborto libre, pero sí valoró los derechos humanos y eso lo diferenció de otros liderazgos más antiguos de la centroderecha.

—¿La derecha hubiera logrado gobernar dos veces sin Piñera en los 30 años post Pinochet?

—Las circunstancias nos demuestran que no. A fin de cuentas, se requería de un liderazgo abierto para congregar a distintas tradiciones, sin que ninguna tuviera un peso desmedido sobre la otra, solucionando problemas concretos, sin esperar que una visión de mundo imperara sobre el del frente. Las elecciones se ganan con votos y son muy complejos, porque son muy distintos.

—Usted decía que fue un hijo del mercado, ¿cómo influyó el dinero en el empuje político de Piñera y el ascendiente que logró?

—No he estudiado ese tema, sí su liderazgo se produjo al mismo tiempo que la expansión del mercado.

—Así como Jorge Alessandri dejó una imagen de austeridad y honradez, ¿hay rasgos de personalidad de Piñera que sobrevivirán para la historia próxima?

—La incansable capacidad de gestión ante problemas complejos.

—¿Deja herederos políticos, como Matthei u otros? ¿O su liderazgo muere con él?

—Como especulación, creo que lo que hemos llamado piñerismo se consolidará mucho más de lo que hoy entendemos como piñerismo. Distintas personalidades y generaciones tomarán una u otra faceta del presidente. Ahora, hoy ese liderazgo, ese vacío, está siendo llenado por Evelyn Matthei, quien se abrió a las nuevas generaciones, como lo hizo Piñera.

—¿Ese piñerismo se consolidará en la derecha como sucedió en la izquierda con el peronismo en Argentina?

—La comparación no es con Perón, la comparación es con el allendismo. Es un modelo en que fue forjada una identidad incluso una vez muerto. Por eso es una pregunta abierta el qué va a suceder con el piñerismo. El piñerismo alcanza para muchas cosas, no es solo una cosa, porque tuvo muchas facetas. No es que se vaya a generar un culto a la personalidad, como con Perón; no.

—¿Qué elementos comunes ve con el allendismo?

—Ideológicamente, ninguno. Pero creo que habrá una relectura de las cosas que sucedieron durante el gobierno de Piñera, así como hubo una relectura de la izquierda y la centroizquierda después de muerto Allende. Eso va a ir generando una identidad política abierta, no monolítica, que está por verse. Por eso hablar del piñerismo como algo estático no es una buena idea.

—Piñera termina en la postmodernidad.

—Claro, cuando se acaban los clivajes del Siglo XX, por ejemplo, de obrero, la izquierda tiene que empezar a buscar otras identidades. Ahora estamos frente a un liderazgo postmoderno. El de Allende fue un liderazgo que creció y el de Piñera es un liderazgo en expansión, con signo de interrogación, porque van a surgir distintas visiones con un tronco.