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Opinión

La estrategia constitucional del vicepresidente de la Convención

Luis Eugenio García-Huidobro H..

La estrategia constitucional del vicepresidente de la Convención

Para el éxito de nuestro proceso constituyente es fundamental que los convencionales entiendan que está en juego durante estos meses.

En reiteradas oportunidades el vicepresidente de la Convención Constitucional ha sugerido cuan deshonesto resulta cuestionar un texto constitucional cuyo contenido todavía no es del todo conocido. Esta es ciertamente una defensa al trabajo de los convencionales, destinada a hacer frente al mar de críticas que arrecian en su contra. En tanto tal, parecería ser efectiva: ha tenido considerable eco en el debate público y se sustenta en una premisa que parecería ser hasta intuitiva. Sin embargo, en ella subyace como estrategia sugerir que sólo importa el contenido constitucional, no su proceso de escrituración..

Por de pronto, tal estrategia se basa en un supuesto falso: el futuro texto constitucional y su proceso de escrituración no son completamente separables. Una de las principales estrategias a las que recurrirán futuros jueces y abogados para desentrañar los pasajes oscuros y contradicciones del texto constitucional –que los habrá en abundancia– será justamente recurrir justamente a su ‘historia fidedigna’, es decir, a las distintas etapas involucradas en el trayecto necesario para que las normas tomaran su forma definitiva.

Más problemático aún es que esta estrategia parece desconocer la importancia de lo procedimental en sociedades tan complejas y plurales como la nuestra. Ante tal diversidad de interés y aspiraciones, será imposible que el texto constitucional nos deje satisfechos a todos. Y es ante esta constatación, que el proceso de escrituración de la futura Constitución y las circunstancias que lo rodean le ofrecen una oportunidad única para legitimarse. Así por lo demás lo sugiere la psicología social: la legitimidad de las normas no sólo depende del resultado (la norma misma), sino especialmente del procedimiento (cómo se llegó a dicha norma).

Hace ya décadas, John Thibaut y Laurens Walker sugirieron que las personas no se centran directamente en el resultado favorable de las decisiones que reciben de terceros, sino especialmente en el grado de influencia que pueden ejercer sobre dichas decisiones. Más recientemente, Tom Tyler ha mostrado que cuando las personas sienten que tienen incidencia sobre las decisiones públicas y son tratadas adecuadamente, ellas creen que el procedimiento es justo. Para ellas lo central no es el resultado, sino cómo son tratadas y cuán involucradas se sienten mientras se espera el desenlace bajo un velo de la ignorancia.

Para el éxito de nuestro proceso constituyente es fundamental que los convencionales entiendan que está en juego durante estos meses. Se trata de la legitimidad de la futura Constitución, no de procedimientos tediosos en los que puedan descuidarse las formas y el diálogo. No basta ir muy lejos para buscar ejemplos sobre la importancia de esta legitimidad procedimental. Guardando las proporciones, la principal crítica en contra de la Constitución de 1980 es que, aún a pesar de todas sus reformas, la forma en que se gestó constituye un pecado original tan grave, que poco importan los cambios de contenido que le sean introducidos, pues seguirá siendo percibida como ilegítima.

Bien harían entonces los convencionales en cambiar su estrategia. Después de todo, la legitimidad del diálogo democrático se juega en gran parte en lo que rodea a lo procedimental. Son precisamente los procedimientos los que permiten una discusión en igualdad de condiciones entre personas con posturas ideológicas distintas y son ellos los que nos permiten que el pluralismo se exprese bajo pautas de funcionamiento democrático y con el escrutinio público necesario.