La Tercera, 9 de marzo de 2018
Opinión
Pobreza y desigualdad

La fragilidad de la certeza

Andrés Hernando.

Actuar con certezas ante un diagnóstico que no identifica causas en forma meridiana es, al final del día, una apuesta. Y las apuestas a veces no salen bien.

Termina el periodo presidencial y, al intentar un balance, pienso en la fragilidad de las certezas. Este fue un gobierno que comenzó sin dudas ahí donde parecía razonable albergar algunas.

El diagnóstico que le dio su base era, por naturaleza, inespecífico. El malestar es saber que estamos incómodos, pero no saber exactamente por qué o cómo solucionarlo. Actuar con certezas ante un diagnóstico que no identifica causas en forma meridiana es, al final del día, una apuesta. Y las apuestas a veces no salen bien.

En justicia, algunas de las reformas llevadas adelante me parecían del todo necesarias. En su momento argumenté a favor de eliminar la selección escolar y terminar con el copago. A pesar de lo demonizado del sistema de selección centralizada, sostengo que esa reforma tendrá un efecto positivo importante en la educación chilena. El fin al lucro en la educación escolar, por otra parte, me parece un área pantanosa donde la acción va a ser mucho más compleja que la declaración.

Imposible no hablar de la gratuidad en la educación superior. No tengo dudas que esta política pública le ha cambiado la vida a muchos estudiantes, pero eso no es suficiente para declarar que sea una buena idea. Sigo pensando que hay mejores formas de proveer educación superior «gratuita en el punto de uso» y creo (pero no tengo la certeza) que la evidencia está a mi favor.

Otras modificaciones se hicieron y empujaron con la celeridad que dan certezas que, a poco andar, resultaron no ser correctas. La necesidad de revisarlas e incluso corregirlas poco después de ser, aprobadas habla de plazos apurados y de discusiones incompletas.

Por otra parte, se instaló como verdad revelada (una frágil certeza, por cierto) que las causas del bajo crecimiento no eran internas, que no había nada que hacer al respecto y que la economía se mostraba resiliente. Poco importó que, aunque el desempleo no aumentara demasiado, la calidad del empleo se deteriorara en cada medición sucesiva.

Termina este gobierno con un acto simbólico: la firma de un proyecto de ley que reforma la Constitución y que difícilmente verá alguna discusión parlamentaria. La Presidenta nos informa que se trata de un texto preparado por su gobierno, de acuerdo a sus certezas, para reflejar cómo los ciudadanos creen se debe ordenar el Chile del futuro, una noción que choca con el simple hecho que esos mismos ciudadanos decidieron que ese futuro sea dirigido por quienes no comparten sus certezas.