La Tercera
Opinión
Equidad de género

La otra brecha de género en la academia

Mauricio Salgado O., Erwin Krauskopf.

La otra brecha de género en la academia

Tan importante como asegurar la paridad de acceso a la formación doctoral es que todos los investigadores sepan cómo se evalúa la productividad y el impacto científico, de modo que desarrollen en igualdad de condiciones sus carreras académicas.

Recientemente, la ANID adjudicó becas para programas de doctorado nacional paritariamente. Se trata de una medida correctiva que busca potenciar el acceso de las mujeres a la formación investigativa. En palabras de la ministra de Ciencia, Silvia Díaz, el objetivo es “aumentar su representación en la medida que avancen en su carrera académica”. Pero esta medida puede ser insuficiente pues a la brecha de participación en la academia se le suma una de información.

En las instituciones de educación superior se especifican perfiles y requisitos que definen el desarrollo de la carrera académica. En el ámbito de relacionado a la investigación y la creación, varias instituciones utilizan criterios como el número de publicaciones de alto impacto en revistas científicas. Estas métricas son utilizadas por universidades y agencias gubernamentales para determinar la distribución de plazas académicas, promociones y la adjudicación de fondos para investigaciones.

Sin embargo, una reciente encuesta realizada a más de 400 investigadoras e investigadores chilenos en el marco de un proyecto Fondecyt sobre conocimiento de estas métricas muestra importantes disparidades por sexo: 75% de los investigadores declararon conocer bastante o mucho el factor de impacto de una revista, cifra que sólo alcanzó 65% en las investigadoras. Un 43% de ellas respondió conocer mucho o bastante el Índice H (indicador que asocia el número de citaciones con publicaciones), en contraste con el 65% de los hombres. Y aunque hay un bajo conocimiento de métricas alternativas, las brechas de género se replican también en este ítem: apenas 11% de las investigadoras declara conocerlas y utilizarlas, mientras que entre los hombres la cifra llega a 24%.

Las diferencias por sexo también se observan respecto de la relevancia que los encuestados asignan a estos indicadores. Mientras 49% de las encuestadas respondió que debieran tener bastante relevancia en la promoción y jerarquización académica, esta cifra llega a un 60% en el caso de los hombres. Las brechas observadas en el sondeo son independientes de los años de experiencia académica, la edad o la disciplina científica.

La mayor familiaridad con las métricas de evaluación que muestran los académicos hombres les provee de una ventaja frente a sus colegas mujeres: si los hombres las conocen mejor, entonces ellos tienen más chances de adjudicarse plazas y recursos para investigar. De hecho, los hombres aventajan en 40 puntos porcentuales a las investigadoras en la adjudicación de proyectos Fondecyt.

El ímpetu de las autoridades para incentivar la incorporación de más mujeres en la academia puede verse limitado si no se aborda esta brecha de información. Para reducirla es necesario que los programas doctorales instruyan en los pro y contra de estos indicadores. Además, las universidades, el Ministerio de Ciencia y ANID podrían tomar medidas para que las investigadoras conozcan estas métricas. Tan importante como asegurar la paridad de acceso a la formación doctoral es que todos los investigadores sepan cómo se evalúa la productividad y el impacto científico, de modo que desarrollen en igualdad de condiciones sus carreras académicas.