El Mercurio, 3 de febrero de 2013
Opinión

La revolución de las «nanas»

Sergio Urzúa.

Una amiga me comentó lo riesgoso que era que su «nana» llevase a los niños a la plaza. «No sabes lo que es -me decía-. Te la tratan de levantar ahí mismo. La competencia es feroz».

Sin comentarle lo extemporáneo que me parecía que fuese la «nana» y no ella quien fuese a la plaza con sus hijos, su comentario me hizo apreciar la lenta pero continua transformación que está sufriendo el mercado de servicios domésticos en Chile. Mientras en 1990 el 18% de los empleos femeninos correspondía a servicios domésticos, de los cuales uno de cada cuatro correspondía al tipo puertas adentro, 20 años después la realidad es diferente. Hoy este porcentaje no supera el 13% -cayendo continuamente-, y solo una de cada 17 empleadas domésticas trabaja puertas adentro. Aparentemente, el crecimiento económico, a través de mejores posibilidades de empleos, está generando una creciente escasez de lo que tradicionalmente hemos entendido como «nanas».

El proceso también ha afectado las características de quienes desempeñan esta actividad. Por ejemplo, en dos décadas la edad promedio en el sector pasó de 35 a 46 años, y de no ser por la llegada de inmigrantes jóvenes, el fenómeno de envejecimiento se hubiese acentuado. De hecho, actualmente el 8% del servicio doméstico en la Región Metropolitana es proveído por extranjeros, alcanzando el 15% en el caso de los servicios puertas adentro. Esto habla de los desafíos en materias migratorias que han impuesto los cambios en este mercado. Por otro lado, los desequilibrios entre la oferta y la demanda de trabajo en este sector también han afectado la dinámica de los salarios. Mientras en 1990 el ingreso promedio del servicio doméstico puertas adentro era 48% del ingreso de los empleos femeninos en otras actividades, en 2011 este porcentaje se encumbró al 69%.

La revolución de las «nanas» ya comenzó, y no se detendrá. En el mediano y largo plazo, el proceso significará cambios en la organización de las labores domésticas. La familia chilena se tendrá que acostumbrar a contratar servicio doméstico especializado, probablemente por hora y sólo algunos días de la semana. El costo de contar con «nanas» a tiempo completo será prohibitivo para la mayoría de la población. Los padres tendrán que ajustar sus horarios a los nuevos tiempos. Por otra parte, las nuevas condiciones de mercado brindarán grandes oportunidades a quienes ofrezcan servicios domésticos profesionales y de calidad.

Pero la revolución también forzará un cambio en nuestra mentalidad. La distancia entre la «patrona» y la «nana» se acortará. El estigma social, que hoy probablemente desincentiva a explorar los altos retornos económicos en el sector, se terminará. Así, a partir de sus poderosas herramientas, el tan basureado mercado permitirá la modernización de un sector que por años ha sido reflejo de nuestro subdesarrollo.