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Educación

Las escuelas no pueden seguir esperando

Gabriel Ugarte V., Sebastián Izquierdo R..

Las escuelas no pueden seguir esperando

Ante la grave situación educativa se requiere un plan robusto –uno que durante el año pasado no tuvimos–, que cuente con presupuesto, cobertura y plazos acordes con los múltiples efectos que dejó la pandemia. Más vale tarde que nunca.

“Los niños y niñas de Chile no pueden esperar, y como gobierno llevamos 10 meses y podemos hacer más”. Así alertaba el propio Presidente Boric al momento de presentar el Plan de Reactivación Educativa 2023 que busca enfrentar las consecuencias de la pandemia en la educación escolar. Estas han sido múltiples y profundas y van más allá de las pérdidas de aprendizaje y debilitamiento del vínculo entre estudiantes y colegios, pues a esto debemos agregar los impactos en el bienestar físico, socioemocional y de salud mental de los alumnos.

Sin duda dichos efectos han cruzado todas las fronteras, pero lamentablemente no es posible obviar que Chile ostenta el récord de la OCDE en materia de cierre de escuelas, con un total de 259 días lectivos de clausura. El mandatario ha sido especialmente autocrítico por su rol en el Congreso durante la pandemia. Admitió que fue, a lo menos, “poco colaborativo”. En realidad, incluso desde la Cámara llegaron a acusar constitucionalmente al entonces ministro de Educación por el –hoy bien considerado– regreso a clases.

Nuestro sistema escolar ya está sintiendo algunos de los efectos inmediatos en deserción y mayor ausentismo. Asimismo, la incipiente literatura nacional advierte efectos importantes en pérdida de aprendizajes –equivalente a aproximadamente 1,2 años escolares–, aumento en la desigualdad educativa y el empeoramiento de la salud mental.

En el largo plazo, y en un escenario en el que nos quedemos con los brazos cruzados, esto equivaldría a una disminución del 5,5% del PIB hasta finales del siglo debido al perjuicio en el capital humano, cuyo costo corresponde a más de un 300% del PIB actual (CEP, 2023).

Ante la grave situación educativa se requiere un plan robusto –uno que durante el año pasado no tuvimos–, que cuente con presupuesto, cobertura y plazos acordes con los múltiples efectos que dejó la pandemia. Más vale tarde que nunca. Hoy se abre una oportunidad de trabajo mancomunado que involucra al Estado en su conjunto, a las familias y a la sociedad civil, con una mirada de país y sin mezquindades, pues lo que está en juego trasciende muchas generaciones.

Con el fin de aportar a la discusión respecto de qué hacer para enfrentar esta realidad, en el CEP hemos realizado un exhaustivo análisis sobre cómo otros países enfrentaron la pandemia en su sistema escolar. La primera y más evidente conclusión es que hay varios países que han brindado una respuesta enérgica, tanto en montos como en la profundidad de las medidas de mitigación. El gasto anualizado fluctuó entre el 0,04% del PIB en Reino Unido y el 0,37% del PIB en Países Bajos, un porcentaje muy superior al 0,008% del PIB que alcanzó Chile en 2022.

Es cierto que se han ampliado las iniciativas para el año 2023; sin embargo, se mantiene un presupuesto similar al del año anterior. No se trata simplemente de gastar más, sino de que los recursos no sean un impedimento para implementar programas con sustento en la evidencia, en una escala adecuada y con apoyo para una puesta en marcha exitosa, acorde con la magnitud del desafío.

Tal como lo indica nuestro análisis comparativo, tampoco se trata de esperar que el Estado lo resuelva todo. El esfuerzo debe ser mancomunado entre el Estado y la sociedad civil, cuidando la autonomía de los establecimientos y velando por los niños. Urge un plan nacional de recuperación integral y robusto, bajo los principios de transparencia y rendición de cuentas, junto con un potente programa de evaluación que monitoree su avance. Este deberá abordar los déficits de aprendizaje, la revinculación de los estudiantes a las escuelas y los efectos en el bienestar socioemocional y salud mental de ellos.

En esta guerra contra el tiempo, con esperanza, hay una oportunidad para que el desafío no quede solo en palabras. La iniciativa la tiene ahora el Consejo asesor, cuya primera tarea es la creación de una estrategia nacional de recuperación. Pues, tal como le dijo el Presidente a su ministro sectorial, esta será la principal tarea del Mineduc en este gobierno: “Usted sabe ministro que esto tiene sentido de urgencia, no podemos esperar, estaremos encima, para bien o para mal”.