Fue una respetada funcionaria de la Cancillería durante el segundo gobierno de Piñera, donde, entre otros temas, le tocó de cerca el episodio de Cúcuta. Hoy, desde un lugar más académico, la exsubsecretaria y exministra subrogante del Ministerio de Relaciones Exteriores habla de su paso por ese mundo, del desgaste que significó para ella y analiza desde la distancia la actual Cancillería: “¿Por qué se ha mantenido, por ejemplo, al señor Velasco en Madrid? Yo lo atribuyo a un tema de cercanía con el Presidente. No le veo otra razón”.
Hace dos años y medio Carolina Valdivia dejó el Ministerio de Relaciones Exteriores, luego de haber comenzado como subsecretaria en agosto de 2018 y terminado como ministra subrogante en marzo de 2022. De dejar el cargo cuando asumió el actual gobierno, dice fue un cambio brusco.
—Al día siguiente es como de todo a nada. Quedas bien cansada, pero también huérfana de estar tomando decisiones. El período de adaptación es largo. Hay una cosa de abandonarlo, de dar el paso, que no es fácil. Se echa de menos.
Al salir siguió trabajando como coagente ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya en el caso “Estatus y Usos de las Aguas del Silala”, donde había sido designada por el expresidente Piñera. Al poco tiempo entró como consejera del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica, donde hoy además hace clases de Derecho Internacional Público. También comenzó a escribir columnas de opinión y luego se incorporó como investigadora en el CEP.
– Cuando salió ¿le ofrecieron continuidad en algo más político o no quiso?
– No, era tiempo para reconectar conmigo y con mi familia. Así que no. Tampoco lo busqué. Hoy en día pienso, investigo, escribo, doy charlas, entrevistas, clases en la universidad. Tengo una vida súper pausada. Además, he tenido que convivir durante este último año con una situación compleja de salud, entonces es aún más importante estar en mi casa.
Carolina prefiere no entrar en detalles sobre su enfermedad, pero dice que hoy su foco es más interno que externo: “Lo primero soy yo, mi salud, mi familia”.
– Entonces no está pensando en volver…
– Mucho estrés, no puedo (…). (En el cargo) aprendí mucho, o sea, me dio otra mirada de la vida, en ese sentido estoy súper agradecida y está bien. Pero es mucho el estrés.
– ¿Ha pensado que tal vez se enfermó un poco por eso?
– Por supuesto que puede haber tenido que ver todo el estrés, no lo puedo descartar. Tanta responsabilidad, y además cómo yo me tomo las cosas. No quiero echarle la culpa al resto, no. Es como uno se toma determinadas situaciones.
Carolina tenía 10 años cuando cayó el muro de Berlín. Aún recuerda cuando vio en los noticiarios a los alemanes orientales destruyendo el muro y luego a sus compatriotas al otro lado abrazándose. Dice que esa imagen la marcó mucho y que también, por esos años, recuerda con detalle la guerra entre Irak e Irán.
—Yo siempre estaba mirando los diarios, leía los temas internacionales y tenía una capacidad para comprenderlos. Mis amigas, con las que nos conocemos hace unos 40 años, me dicen “esto venía contigo”.
También en el colegio que estudió, el Santiago College, tuvo varias instancias en las que se hablaba y discutía del acontecer internacional.
—Me llamaba mucho la atención. Yo era como más tímida, no me atrevía siempre a intervenir, pero lo absorbía.
Tenía buenas notas y decidió estudiar Derecho en la Universidad Católica, donde obtuvo la mejor nota en el examen de grado. Luego entró a trabajar al estudio Cariola Díez Pérez-Cotapos & Cía., y más tarde partió a Madrid, al Instituto Ortega y Gasset-Universidad Complutense, donde sacó un Máster en Derecho y Economía. Junto a su marido, también abogado, se quedó allá por varios años. Hasta que en 2011 recibió un llamado desde Chile: su padre había muerto por un ataque al corazón.
—Con la muerte de mi papá, que fue tan remecedora, cambiaron mucho las perspectivas. Fue decir: la vida es ahora y si te quieres dedicar a lo que te encanta, es ahora. Ahí estaba como en el límite para iniciar una carrera diplomática. Dije, ya, me la voy a jugar, voy a hacer una cosa totalmente distinta.
En 2013 entró a la Academia Diplomática, donde ganó el premio Ministerio de Relaciones, como la mejor profesional de la promoción. Sin embargo, al poco tiempo, decidió salirse de la Academia.
—Ya había tenido a mi primera hija y era complejo compatibilizar la familia con una carrera en la que entras y sales del país o tienes que irte varios años. Instalarme afuera me atraía en teoría, pero no era fácil compatibilizar.
Explica además que en ese momento Claudio Grossman había asumido como agente en la Agencia ante la Corte Internacional de Justicia y le pidió si podía ayudarlo en la coordinación de esta agencia, en el caso “Obligación de Negociar un Acceso al Océano Pacífico”, Bolivia versus Chile, en La Haya.
Cuando estaban por terminar los alegatos orales del caso, a principios de 2018, cuenta que el entonces nuevo canciller, Roberto Ampuero, le pidió que asumiera como directora de Asuntos Jurídicos en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Unos meses después el expresidente Piñera, buscando a alguien para el cargo de subsecretario, la llamó.
—Yo no lo conocía, nunca había estado con él. Me entrevistó, me dijo “ya, quiero que usted lo haga”. Yo nunca había estado en La Moneda… O sea, había estado por la graduación de la Academia Diplomática o algo así, pero no tenía vínculos políticos. Un poquito dije: “chuta, en qué me estoy metiendo”. No te lo puedo negar. Primero, por la responsabilidad tremenda y, segundo, por entrar de lleno a un tema político que yo tampoco conocía. Y, además, con un presidente tan exigente como el Presidente Piñera, que te exigía el detalle, el punto, la coma, la palabra, la explicación, el contexto, la historia… Pero eso a mí me gustó mucho porque yo también soy muy así. Entonces hicimos como un clic.
En agosto de 2018 Carolina asumió como subsecretaria. La primera mujer en entrar al cargo en más de 100 años de historia.
—Fue llamativo. Además, cuando yo estaba en la subsecretaría tuve mi segundo hijo. Era mujer y además embarazada, pero en general los funcionarios del Servicio Exterior y de la Cancillería son muy respetuosos de la autoridad y muy jerárquicos.
– ¿Había machismo?
– Había, por supuesto. Había normas que se arrastraban de muy antiguo, que se han ido transformando legalmente, como por ejemplo las asignaciones que se les da al cónyuge y no a la cónyuge, cosas muy ridículas que venían de muy atrás, pero que existían.
– Y ¿cómo fue entrar a la Cancillería con este perfil no político?
– Yo te diría que la Subsecretaría de Relaciones Exteriores probablemente es menos política que otras reparticiones del Estado. (…) Ahora estamos viendo como que la política exterior está más en la política interna. Eso empezó a cambiar desde el gobierno del presidente Piñera y ahora tú lo ves, o sea, es impresionante con lo de Venezuela cómo ya se transforma netamente en un punto de aprobación política, de mayor respaldo en las encuestas, etcétera. Eso ha cambiado harto.
– ¿Y no le afectó que usted no tuviera partido?
– Yo no lo sentía así. Las veces que estuve en el Congreso siempre me planteé explicar las cosas desde la visión del Estado de Chile. Más allá del gobierno uno o el gobierno dos, porque son decisiones que muchas veces trascienden a los gobiernos.
– ¿No trataban de descifrarla?
– Yo creo que descifrarme sí, sin lugar a dudas. Era difícil, pero siempre lo pude como empalmar, diciendo “a ver, cuál es el interés del país (…)”. Siempre mantuve la independencia.
Luego de trabajar con Ampuero, vino el canciller Teodoro Ribera y después Andrés Allamand, mientras Carolina se mantuvo como subsecretaria durante todo el período.
—Es muy complejo administrar los cambios de ministro, porque tienes que hacer toda la entrega, tienes que explicar, ellos vienen cada uno con sus propios enfoques. Además, llegan con equipos distintos, que muchas veces no son experimentados. Fueron bien difíciles los tres cambios que hubo, pero yo pensaba “si ya estoy en esto, voy a seguir hasta el final”.
– ¿Cree hoy que el viaje del Presidente Piñera a Cúcuta fue un error?
– Yo aquí le he puesto mucha crítica al tema de Cúcuta, pero no hay que olvidar que fue una invitación que se le hizo al Presidente Piñera de parte del Presidente Duque, donde estaba el secretario general de la OEA y otros presidentes de la región. Probablemente es algo que no se debería haber hecho, cuando uno lo mira en retrospectiva, pero tampoco es que por culpa de eso hay migración. Hay 8 millones de venezolanos en el exilio. ¿Tú me vas a decir que eso es porque el Presidente Piñera fue a Cúcuta? Es ridículo, no resiste ningún análisis. La gente ha salido de Venezuela por la situación escabrosa económica, política y social que existe.
– En ese momento, ¿cuál fue su postura?
– Yo era más de la opinión de que no fuera. Básicamente, por la situación de seguridad, con qué nos íbamos a encontrar allí. Y porque tampoco teníamos información de qué estaba pasando dentro del régimen en Venezuela. Si de verdad era factible que pudiese caer Maduro o no.
– ¿Y esta teoría de que Cúcuta se ve como una causa del estallido social?
– No tengo antecedentes de eso.
– Una de las polémicas en la Cancillería en ese tiempo era la figura del asesor Benjamín Salas, a quien se le atribuía mucha influencia. ¿Qué tan disruptiva era su figura en el gobierno?
– Yo soy amiga de Benjamín, lo primero. ¿Qué es lo que tiene Benjamín? Es una persona súper ágil, muy rápida para resolver un montón de cosas. Entonces, claro, eso te puede producir una especie de disrupción. Pero por supuesto que las decisiones políticas pasaban entre el presidente y el canciller. O sea, tampoco es que él era el responsable de… Yo no lo veo así.
– ¿Y por qué cree que generó tanto revuelo su figura?
– Porque era rápido, tomaba decisiones y quería resolver probablemente las inquietudes o las exigencias del presidente en tiempos que no eran los tiempos de la Cancillería. Por eso. Ahí como que se producía este choque de trenes.
– Usted también tenía una relación más directa con el Presidente. ¿Eso incomodaba en la Cancillería?
– No, no.
– Me refiero por un tema de egos o porque la figura del canciller es…
– Es como bien de estrellita, sí… Si es que el Presidente me llamaba directamente, a alguno le puede haber molestado, sin duda. Y si yo tenía que darle una información a él, se la podía dar a los dos, tanto al Presidente como al canciller. Eso alguna vez incomodó. Ahí uno va como viendo los egos.
– ¿Cree que a la excanciller Antonia Urrejola le jugó en contra ser mujer y no tener partido político?
– Yo tengo una muy buena impresión personal de ella. Me parece que fue lo mismo que pasó con otras áreas del gobierno el primer año, de este año de instalación, donde se tomaron decisiones muy equivocadas. Paralizar la firma del tratado con la Unión Europea, no al TPP11, este rollo de las side letters. Probablemente ella no podía tomar esas decisiones. Eran campos que estaban dados al Frente Amplio. Súper político. Y después vino el caso tremendamente lamentable del audio que se filtra y ahí ya es poca la salida que queda. Además, tal vez el Presidente también tenía mucho menos experiencia durante su primer año. Cuando llama a Perú a cambiar el rumbo, ¿pero qué es eso?
– En este gobierno la Cancillería ha dado mucha noticia y ha sido muy bullada también la diplomacia ¿Cuál es su mirada?
– Muy malos embajadores. Son personas que no saben el oficio, así de simple. Están allí por consideraciones distintas al interés superior de la política exterior de Chile. Siempre ha habido designaciones políticas. Siempre ha habido embajadores que meten las patas. Pero esos embajadores terminaron saliendo de sus puestos, y no los mantuvieron contra viento y marea. ¿Por qué se ha mantenido, por ejemplo, al señor Velasco en Madrid? Bueno, yo lo atribuyo a un tema de cercanía con el Presidente. No le veo otra razón. Es frustrante, porque sabes que tienen un montón de funcionarios de carrera que lo harían estupendo.
– ¿Cómo considera que el Gobierno ha manejado la crisis de Venezuela?
– Son valiosas las declaraciones del Presidente, pero nos llevan a un punto sin salida y también nos producen problemas prácticos. Además de las 8 mil expulsiones que no se van a poder materializar, se expulsa a todos los funcionarios chilenos, tanto diplomáticos como consulares, y te quedas con un problema inmenso: ¿qué hacen los venezolanos que están dentro de Chile para conseguir sus certificados, sus documentos de identidad, para un montón de trámites? Entonces, ahí creo que esas cuestiones deben ser calibradas.
– ¿Cómo se calibran?
– Ahí está la diplomacia, donde tú tienes que jugar y decir: bueno, ¿hasta dónde yo voy a apretar? ¿Hasta dónde yo voy a salir y ser el líder y el que lleva la batuta? Cuando Chile no tiene nada con qué apretar a Venezuela. Es al contrario. Ahí creo que falta un matiz, más allá de reconocer y valorar las declaraciones del Presidente.
Por: Antonia Domeyko.