El Mercurio, 14 de julio de 2018
Opinión

Los fracasos feministas

Sebastián Edwards.

Es importante perseverar y derribar las barreras que impiden que nuestras mujeres lleven a cabo sus planes de vida con libertad, sin violencia, y con dignidad.

Lo más sorprendente del movimiento feminista chileno es que haya demorado tanto en aparecer. Por décadas, las mujeres en Chile han sido tratadas como ciudadanas de segundo nivel. Un ejemplo claro es que hasta ahora ningún gobierno haya podido (o querido) cambiar la ley que impide a las mujeres divorciadas contraer matrimonio en cuanto se disuelve el vínculo; los hombres no enfrentan esta espera.

Otro ejemplo es lo que demoró la aprobación de la ley de aborto, y el que esta sea mucho más restrictiva que las de los países avanzados. Otro: cuánto han tardado las universidades en establecer protocolos que protejan a las mujeres de abusos y acosos.

El movimiento feminista en Chile se consolidará y posiblemente se modere. Las mujeres chilenas se esforzarán por lograr un trato más igualitario y digno. Sin embargo, la experiencia feminista en otros países sugiere que en este proceso encontrará obstáculos, frustraciones y penurias.

Esto es, exactamente, lo que ha sucedido en naciones donde el feminismo activo lleva décadas y ha logrado importantes victorias legislativas. Las leyes cambian, las oportunidades se expanden en el papel, y aun así, el estatus de las mujeres sigue siendo precario.

El caso más impactante se refiere a los países nórdicos: Suecia, Finlandia, Noruega, Islandia y Dinamarca. Estas son, sin duda, las naciones que han hecho mayores esfuerzos por nivelar la cancha, tanto en la política como en el campo laboral y educativo. Sin embargo, los avances parecen ser magros. De hecho, en una serie de esferas, las mujeres nórdicas lo pasan peor que las mujeres del resto de Europa.

Este fenómeno sorprendente ha sido llamado por los expertos -sociólogos, antropólogos, psicólogos sociales y otros- la «paradoja nórdica». Como Hamlet, nos dicen que algo huele mal en Dinamarca.

Según un artículo en Social Science & Medicine, en los países nórdicos las mujeres tienen un 50% mayor probabilidad de ser víctimas de violencia intrafamiliar, por parte de sus parejas, que en el resto de Europa; en los nórdicos, un 33% de mujeres denuncian maltratos físicos, contra 22% en el resto del continente.

En Suecia, los hombres siguen cargándoles la mano en las tareas domésticas a las mujeres. Un 75% de los permisos posnatales, que están disponibles para ambos géneros, son utilizados por las mujeres.

Según el Harvard Political Review, las mujeres nórdicas tienen menos posiciones de liderazgo en las empresas respecto del resto de Occidente. Mientras en Estados Unidos un 43% de las firmas tiene a mujeres en posiciones gerenciales, esa cifra es de solo 31% en los países nórdicos.

Otro aspecto de esta paradoja es que en los países nórdicos las mujeres tienen menor participación en carreras con un énfasis científico, matemático, ingenieril y tecnológico, las disciplinas STEM. Los empleos en estas áreas generan mayores ingresos y permiten cerrar la brecha salarial. A pesar de la legislación, las mujeres nórdicas siguen profesiones «femeninas», como la educación y enfermería.

Durante los últimos años, los expertos han debatido furiosamente sobre este tema. Para algunos -aquellos doctrinariamente conservadores- se trataría de un gran fracaso político del feminismo. Según ellos, lo que estaría en manifiesto es que no es posible cambiar los designios de Dios por medio de legislación. Eso es «ingeniería social» que nunca funciona.

De otro lado, los progresistas están convencidos de que es un tema cultural. El afán malicioso de los hombres por dominar a las mujeres solo se puede combatir con legislación cada vez más agresiva. Para ellos, las reglas y protocolos tienen que ir mucho más lejos.

Pero hay una explicación más equilibrada: si bien hay aspectos muy preocupantes en estas estadísticas -la violencia intrafamiliar-, el que persistan diferencias entre los géneros no es sorprendente. Después de todo, el objetivo del movimiento feminista no es crear individuos idénticos ni eliminar todas las diferencias. El objetivo es derribar barreras y permitir igualdad de oportunidades. Una vez que las oportunidades se amplían, es perfectamente normal -incluso deseable- que muchas mujeres opten por estilos de vida diferentes a los de los hombres.

Sea como fuere, la «paradoja nórdica» debiera hacernos reflexionar. El camino hacia la igualdad de oportunidad no será fácil. Además de aspectos legales, nos toparemos con escollos culturales, con resabios tradicionales difíciles de cambiar. Pero eso no debe desalentarnos. Es importante perseverar y derribar las barreras que impiden que nuestras mujeres lleven a cabo sus planes de vida con libertad, sin violencia, y con dignidad.