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Los titanes del ring

Joaquín Trujillo S..

Los titanes del ring

(…) un titán no puede desplegarse sin el otro. ¿Quiénes son los nuestros? ¿Y cuáles sus mejores (y degradadas) versiones?

Los titanes de la mitología clásica nos dan a entender rasgos de la política. El uno es el que “porta”, el otro, el que “soporta”. Ambos son hermanos.

El primero es Prometeo; el segundo, Atlas. Prometeo es el portador del fuego, el conocimiento, la libertad, la técnica. Gracias a su intervención los seres humanos aplicaron la inteligencia en doblegar la naturaleza. Controlar el fuego fue la herramienta que hizo posible la invención de otras herramientas.

Atlas es el que soporta. Son variados los mitos sobre él y sus muchas hijas. Más famoso es aquel que cuenta lo siguiente: Atlas carga sobre sí el mundo mismo.

Nuestros tiempos saben ver en ellos a personalidades propias de la modernidad. Prometeo es una especie de joven promesa, una que por desafiar a Zeus, obsequiando el fuego a los menesterosos “efímeros” (seres humanos), se gana la antipatía de aquel tirano de los cielos. Será castigado de forma horrible: un ave de las alturas le devorará los interiores. Y sin anestesia general.

Atlas ciertamente tiene algo menos audaz. El acto de soportar sobre sus yuntas toda la realidad hará de él un sumiso, pero uno de cuya sumisión dependemos demasiado.

La escritora Mary Shelley vio en el Doctor Frankenstein -personaje de su novela homónima (1818)- un “moderno Prometeo”. El doctor engendraba una criatura que la cultura popular bautizará con su apellido. El doctor desesperará ante su invento. Tendrá que perseguirlo entre los hielos del Ártico para darle caza. Pues, a su vez, la criatura también es un Prometeo (que se manda solo).

El escritor Henryk Ibsen, por su parte, reflexionó sobre lo que él llamó “las columnas de la sociedad”. Su célebre personaje Nora, de “Casa de muñecas” (1879), es ella misma una columna oculta de la estabilidad profesional y financiera de su marido. Él, además de no saber eso, es incapaz de averiguarlo. Ella es un Atlas que acaba dando un portazo.

Los personajes de Shelley e Ibsen son, en parte, tan extraordinarios porque reformulan los mitos. El moderno Prometeo es sin duda un genio, pero es también un insensato, que se entera de lo más básico cuando ya es tarde. La Atlas de Ibsen, por su lado, es extremadamente sensata para tener un espacio visible en la sociedad. Lamentablemente su sacrificio no puede sino ser un secreto. Ella arregla la vida de su marido, a sus espaldas. Y él no se lo perdona. Finalmente, cuando él recapacita, ella no encuentra ya una razón para seguir siendo su puntal.

Menudo problema: Prometeo transforma su regalo en una mera promesa incumplida y Atlas, en tanto, chantajea al mundo con dejarlo ir por el desagüe del universo.

Algo por el estilo es lo que ocurre si tanto la libertad como la seguridad no asumen sus funciones respectivas. Prometeo requiere un lugar fijo sobre el cual traer su regalo. El sacrificio de Atlas, en tanto, acaso valdrá la pena si sobre sus espaldas el mundo florece en vez de marchitarse.

Visto así, un titán no puede desplegarse sin el otro. ¿Quiénes son los nuestros? ¿Y cuáles sus mejores (y degradadas) versiones?