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Los varios rostros del rechazo y las regiones

Aldo Mascareño.

Los varios rostros del rechazo y las regiones

Más bien fue el rechazo a la alteración de una forma moderna ya conocida de participación en el trabajo, por otra cuyos bordes no podían anticiparse. Esto pudo influir también en el fuerte rechazo en algunas comunas de Magallanes, una zona más escéptica y distinta, en estética y actitud, a otras zonas de Chile.

Una mezcla de experiencias locales y procesos generales parece estar tras las causas del resultado en el plebiscito. En el extremo norte, las zonas fronterizas tuvieron una alta votación en favor del rechazo. General Lagos, Putre, Colchane destacaron. La experiencia ahí parece evidente. La explosión migratoria, la sobrecarga de servicios e infraestructuras, situaciones de narcotráfico, conflictos cotidianos en lugares no preparados para una llegada masiva de migrantes, tienen consecuencias en el ánimo y las expectativas de todos. ¿Se relaciona esto con la propuesta constitucional? Probablemente no mucho. La migración no era un tema en el texto. Las razones parecen estar más asociadas a la experiencia diaria de ausencia estatal, en la que el gobierno tiene mayor responsabilidad.

En las zonas centro y sur, dos principales razones pueden explicar las cifras. Una es evidente: la experiencia de cercanía con situaciones de violencia en la Araucanía; la otra es la sensación de incertidumbre frente a una transformación profunda de las condiciones de trabajo. La propuesta constitucional si decía mucho en estos temas. La plurinacionalidad parece haber sido vista como un riesgo alto ante la experiencia de inseguridad en la macrozona sur. El Estado plurinacional no fue observado como una solución del problema, sino como una condición estructural que podía paulatinamente incrementarlo, especialmente por las autonomías territoriales indígenas y por la política de restitución de tierras que se proponía.

Por su parte, la propuesta de regionalización era más que reorganización administrativa. Para las personas significaba transformar sus condiciones de trabajo, no solo en relación con grandes empresas de la zona, sino también en los emprendimientos medianos y pequeños que se organizan en las periferias de los mercados. Los flujos migratorios estacionales de trabajo cambiarían, la relación con las burocracias se alteraba, los agentes informales serían distintos, las redes ya estabilizadas se verían sometidas a reacomodaciones profundas. Es decir, las personas pueden haber sentido que tendrían que reinventar todo; probablemente no desde cero, pero quizás desde uno. No se trató del rechazo de una ruralidad tradicional a una propuesta urbana, como se ha argumentado de manera simple. Más bien fue el rechazo a la alteración de una forma moderna ya conocida de participación en el trabajo, por otra cuyos bordes no podían anticiparse. Esto pudo influir también en el fuerte rechazo en algunas comunas de Magallanes, una zona más escéptica y distinta, en estética y actitud, a otras zonas de Chile.

Transversal a todo el país fue la baja variación del rechazo por estratos socioeconómicos. Los derechos sociales podrían haber hecho una diferencia. Pero las estrategias comunicacionales de los adherentes enfatizaron más en la plurinacionalidad y las autonomías territoriales, y la de los detractores, más en la predicción de restricciones a la libertad de elección en salud, educación y pensiones. Todo ello eclipsó la relevancia de los esperados derechos sociales. No bastó el título ‘Estado social de derecho’ para convencer de su importancia; los subtítulos ya habían sacado demasiada ventaja prácticamente desde el inicio del proceso.