El Mercurio, 13 de septiembre de 2017
Opinión
Economía

¿Mala pata? No

Raphael Bergoeing Vela.

El daño mayor del complaciente discurso oficial es generar la equivocada idea de que el destino económico del país no nos pertenece, que avanzar es fruto del azar…

Es común culpar al resto por nuestros errores. Un ejemplo es la explicación del Gobierno para la profunda desaceleración desde 2014: la razón principal sería una débil situación externa, reflejada en un bajo precio del cobre. No según los datos.

El ajuste mayor ha ocurrido en la inversión, que cayó persistente y generalizadamente. Y es que, más allá de un problema estructural de productividad y un boom externo que se normalizó, ambos obviamente ajenos a este gobierno, la inversión, que responde a expectativas, se frenó por un clima de negocios interno adverso.

Partamos reconociendo que estos cuatro años han sido anómalos. Por ejemplo, el crecimiento anual promedio durante el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet será 1,8%, la cifra más baja para un cuatrienio desde comienzos de la década de 1980. Ni la crisis asiática en 1998, ni la crisis financiera en 2008, generaron un estancamiento igual en nuestro país.

Además, la explicación minera no calza. Primero, porque este sector representa una parte menor de la actividad agregada. Segundo, durante estos años el precio del cobre estuvo 10% sobre su valor real histórico. Tercero, el Imacec no minero ha crecido apenas en torno al 2% desde 2014. Cuarto, la inversión no minera también se ajustó, incluso con el estímulo vía exención del IVA en la construcción que introdujo la reforma tributaria. Por último, aunque la minería hubiese importado al comienzo del Gobierno, este año el precio del cobre está alto, y sin embargo Chile crecerá 1,5%, la menor tasa del período.

Pero el resultado también ha sido infeliz al compararnos con otros. Por ejemplo, en el ranking de atractivo minero del Fraser Institute, Chile cayó desde el cuarto lugar, en 2013, al 39 en la actualidad.

De hecho, la evidencia concluyente, opino, surge de contrastar nuestro crecimiento con el externo. Porque si nuestra desaceleración fue por causas internacionales, deberíamos haber caído de forma similar al resto. Comparemos entonces nuestro crecimiento con el observado afuera, durante estos cuatro años y los cuatro previos.

El FMI publica datos para 192 países, agrupados en 15 clasificaciones. Para evitar comparaciones parciales, confrontemos nuestro crecimiento con el de estos 15 grupos.

El mensaje es claro: Chile se desaceleró más. Por ejemplo, mientras durante el período 2010-13 crecimos por año 2,2 puntos porcentuales más que el mundo, durante este gobierno crecimos 0,8 menos. Y frente a los países avanzados caímos desde 3,4 puntos porcentuales más a 0,1 menos, a los en desarrollo desde 0,8 menos a 2,5 menos, a los exportadores de materias primas desde 0,6 más a 0,5 menos, y así. La única excepción es América Latina. Pero si excluimos a Brasil, que explica un tercio del PIB regional y ha estado en recesión por una crisis institucional, una vez más nuestro crecimiento relativo cayó, desde 1,1 puntos porcentuales más a tan solo 0,3. Por lo tanto, salvo que la situación externa nos afecte desproporcionadamente, nuestra desaceleración reciente es mérito propio.

La lección es que las expectativas importan. Ante un entorno hostil y más incierto, los inversionistas optaron, naturalmente, por esperar. Así, el trienio 2014-16 fue el primero con inversión cayendo cada año desde 1971-73. La caída no es profunda, seguramente porque existe la esperanza de que las reformas serán corregidas por un futuro gobierno, y porque, a pesar del discurso oficial, no ha habido una crisis externa durante estos años. Pero el ajuste sí ha sido lo suficientemente sostenido y amplio como para producir un estancamiento del producto.

Con todo, el daño mayor del complaciente discurso oficial es generar la equivocada idea de que el destino económico del país no nos pertenece, que avanzar es fruto del azar. Las experiencias exitosas durante el siglo XX, y la propia más reciente, muestran que ello no es así. Chile se estancó porque ha hecho las cosas mal, y volverá a crecer con fuerza si las hace bien.