Resulta que me estoy poniendo viejo. No en el sentido trivial del día a día, sino que en un sentido práctico y absoluto.
Este año podría jubilarme.
Nunca pensé que iba a llegar este momento. En mi mente sigo siendo joven, con toda una vida por vivir. Pero no es lo que me dice el gobierno. Según una carta oficial que recibí hace unas semanas, en agosto de este año podría optar a una jubilación anticipada.
Definitivamente, me estoy poniendo viejo.
En los Estados Unidos, donde vivo desde 1977, toda persona que trabaja -ya sea como empleado o en forma independiente- está cubierta por el sistema de pensiones estatal conocido como Social Security o Seguridad Social. Es un sistema obligatorio y universal, al que he contribuido desde 1981. A lo largo de 35 años he aportado un 12,4% de mis salarios, sin fallar nunca.
Durante semanas ignoré la carta, porque la sola idea de ser un jubilado me producía una enorme desazón. Pero finalmente me armé de valor y la leí en detalles. Después decidí hacer un ejercicio hipotético: ¿Cómo será mi pensión californiana en comparación con la que hubiera obtenido en Chile si en 1981 hubiera vuelto al país, como quería mi mamá?
Los resultados de este ejercicio son iluminadores y sorprendentes: si hubiera vivido en Chile y me hubiera afiliado a una AFP, mi jubilación sería mucho más alta -en relación a las contribuciones- de lo que será en Estados Unidos bajo el sistema gubernamental obligatorio. En Chile, mi jubilación sería más del doble.
Ha llegado carta
La carta está fechada el 22 de abril de 2015 y contiene un montón de datos sobre diferentes opciones. También provee información detallada sobre mis contribuciones de cada año, y explica cuáles son los beneficios de mis sobrevivientes.
En el vértice superior derecho, y en letras muy grandes, dice que si me jubilo en cuatro años más, a los 66 años de edad (la edad normal), mi pensión sería de 2.669 dólares por mes. A más de alguien le puede parecer una cifra elevada, pero cuando se le compara con las contribuciones que he realizado mes a mes, durante más de 400 meses seguidos, no lo es; al contrario, y como ya dije, es una jubilación mucho menor de la que hubiera obtenido en Chile.
Pero lo interesante es que no tengo que jubilarme, obligadamente, a los 66 años. Puedo hacerlo anticipadamente a los 62, y recibir tan sólo 1.925 dólares por mes, o esperar hasta los 70 años y obtener una pensión mensual de 3.593 dólares.
Vale decir que tener paciencia es el mejor de los negocios. Los primeros cuatro años de espera -de los 62 a los 66 años- resultan en un aumento de la jubilación del 40%. Y si me armo de valor y espero otros cuatro años, el aumento es de otro 40%. Al final, si me jubilo a los 70 en vez de anticipadamente a los 62 años (como es mi derecho), voy a tener una pensión 83% más alta.
Desde luego, voy a esperar; aquí no hay cómo perderse.
¿Dónde está mi dinero?
Según explica la carta del gobierno, mi salario imponible es de 9.750 dólares por mes. Esta cifra es importante, porque determina cuál es la “tasa de reemplazo” de este sistema, o cuánto será mi jubilación como porcentaje de mis últimos sueldos.
Los resultados de este cálculo son los siguientes: si me jubilo a la edad normal de 66 años, habiendo contribuido ininterrumpidamente durante 40 años, mi tasa de reemplazo será de 27,4%; si espero hasta los 70 años, la tasa sube a un 36,9%.
Vale decir que en el mejor de los casos mi pensión del Social Security va a ser poco más de un tercio de mi salario imponible actual.
Y esta cifra, ¿es alta o baja? La única manera de responder a esta pregunta es comparándola con lo que sucede en otras latitudes. Y para mí, la comparación natural es con Chile y su sistema de AFP.
Según los datos de distintos estudiosos y del propio gobierno chileno, un varón que se jubila a los 65 años y ha contribuido puntualmente el 10% de su salario durante 40 años, sin ninguna laguna, tiene una tasa de reemplazo de aproximadamente el 60% de su salario imponible. Vale decir, el sistema de AFP chileno genera, para una persona con las características señaladas, una pensión que es más del doble de la producida por el sistema estatal estadounidense (60% vs. 27,4%).
Si los años de contribución son los mismos, la edad de jubilación es la misma, y la esperanza de vida es igual en ambos casos, ¿cómo se explica esta diferencia? Lo que hace que esta pregunta sea aún más interesante es que en los EE.UU. la tasa de contribución es más alta que en Chile (12,4% vs. 10%), y aún así las pensiones son más bajas.
La respuesta es simple: en EE.UU. los dineros contribuidos a la Seguridad Social tienen un retorno bajísimo. En mi caso, el retorno es del orden del 1,5% (real) anual. En Chile, al contrario, los fondos de las pensiones se han invertido en portafolios diversificados, con un retorno casi tres veces más alto, aproximadamente 5% real. Y mientras más alta la tasa de retorno, más rápido crecen los ahorros para la tercera edad, y más elevada es la jubilación.
Un hombre con suerte
En mi vida he tenido mucha suerte. Una de las fuentes de esta fortuna es que he podido ahorrar, y que el sistema gubernamental no será mi única fuente de ingreso cuando finalmente me jubile. No sólo eso, además he trabajado para una institución que tiene su propio sistema de pensiones complementario. Al final, mi tasa de reemplazo va a ser como la que hubiera obtenido en Chile (cerca del 65%).
Pero no todos tienen mi misma suerte. Para aquellos que dependen tan sólo del sistema estatal de Social Security la situación es difícil, sospecho que la mayoría de ellos hubieran estado encantados con un sistema como el chileno.