Lo que justifica la rebaja del 3,1% es el salto del valor de los arriendos y la menor inflación de alimentos.
Por Rocío Montes
El miércoles el Ministerio de Desarrollo Social liberó la base de datos de la encuesta CASEN 2017, que había dado a conocer el día anterior, y los investigadores que estudian la pobreza se han volcado a un análisis exhaustivo de las cifras. La interpretación durará meses, pero Andrés Hernando, el mayor especialista en este tema del Centro de Estudios Públicos (CEP), comienza a avanzar en la explicación de los principales resultados. Ingeniero civil en computación de la Universidad de Chile, doctor en Economía de Harvard y académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, se desempeñó como jefe de la División de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social entre 2010 y 2012, en el primer mandato de Sebastián Piñera. En el ejercicio de ese cargo fue parte del equipo de la CASEN 2011, que abrió una polémica técnico-política por la forma en que el ministerio había alcanzado algunas cifras, luego de algunas recomendaciones a la Cepal.
–Hablemos primero de la pobreza monetaria, que bajó del 11,7% en 2015 a 8,6% en 2017.
–Es una baja importante, de 3,1%. Más de lo que cayó entre 2013 y 2015, cuando la economía crecía más rápido de lo que creció entre 2015 y 2017. Ese dato me llamó la atención.
–¿Y qué fue lo que pasó?
–Cuando uno intenta entender por qué pasó esto, se encuentra con cosas que llaman la atención, porque no habían ocurrido antes. Por ejemplo: la línea de la pobreza creció nominalmente menos que la inflación, por lo tanto, cayó la línea de la pobreza en términos reales. Eso ayuda a que cierta cantidad de gente salga de la pobreza sin que sus ingresos hayan aumentado demasiado.
–¿Qué ocurrió con los ingresos?
–Los ingresos que las familias obtienen por su trabajo disminuyó desde 2015 en el primer decil, que es donde se concentra la pobreza.
–Y, sin embargo, la pobreza cae. ¿Cómo se explica entonces?
–Para llegar a la cifra del 8,6% de pobreza no sólo se consideran los ingresos por trabajo, sino que también los subsidios otorgados por el Estado, que compensaron exactamente los menores ingresos del trabajo, y el alquiler imputado. Es decir, se calcula lo que pagaría una familia por el arriendo de la casa que generalmente ocupa gratis, ya sea porque es propietaria, porque tiene la casa en comodato o porque usufructa de ella. En este decil, la gente en gran medida es propietaria de sus casas, porque las han recibido de subsidio. Y aquí hay un punto: en esta encuesta, los alquileres imputados saltaron para el primer decil en un 22,4%. Es un salto grande. Por lo tanto, el alza en los arriendos –la presión en el mercado inmobiliario– “está sacando gente de la pobreza”.
–Como los arriendos subieron, se le calcula un ingreso extra a las familias por un alquiler que no paga, y eso sacó a harta gente de la pobreza, según la CASEN 2017.
–Exacto.
–Entonces, ese 3,1% menos de pobres, ¿es real?
–Es una buena pregunta. Pero es evidente que la reducción de la pobreza por ingresos ocurrió en forma totalmente fuera del control del Estado. Nada que haya hecho el Estado explica la caída de la pobreza del 11,7% al 8,6%. Lo que justifica la rebaja del 3,1% es el salto del valor de los arriendos y la menor inflación de alimentos y no una acción específica del Estado.
-Si no hubiera habido alza en el precio de las viviendas, ¿es posible inferir que la pobreza monetaria hubiese aumentado?
-No es posible darlo por hecho.
Pobreza multidimensional
–La CASEN 2017 muestra también la pobreza multidimensional. Si se consideran cinco dimensiones –salud, educación, vivienda, empleo y entorno y redes– no bajó: en 2015 fue de 20,9% y en 2017 de 20,7%
–Existen carencias, como la escolaridad, que no se pueden superar solo con mayores ingresos. Por lo tanto, es difícil pensar que puedan variar en solo dos años. Vamos a tener que acostumbrarnos a que la pobreza multidimensional se va a mover mucho más lento que la pobreza monetaria. Es la razón por la que las variables se movieron relativamente poco, salvo la de servicios básicos: de 3,6% de los hogares que no tenía servicios básicos creció a un 6,6%.
–¿Dónde están concentrados esos cambios? Algunos especialistas lo explicaban por el aumento de la población inmigrante.
–Las primeras lecturas pueden ser inexactas. Si fuera cierto que se explica por el impacto de los migrantes, se concentraría en las regiones donde llegan fundamentalmente a vivir a campamentos, como Antofagasta o Tarapacá. Y eso se aprecia, efectivamente: el porcentaje de hogares carentes en acceso a servicios básicos en esas regiones aumentó significativamente y los hogares en que el jefe de hogar es migrante también presentan una proporción significativamente más alta de carencias en ese indicador en dichas regiones. Pero también hay aumentos estadísticamente significativos del número de hogares que no tienen acceso a servicios básicos en regiones como el Maule, la Araucanía y Los Lagos y, en esos casos, no se puede pensar que dichos cambios sean imputables a la migración.
–La pobreza multidimensional es difícil que cambie abruptamente, pero como señaló el presidente Piñera, es la primera vez que se estancó.
–Desde que la medimos, en 2009, es la primera vez que se estanca.
–¿Y por qué se estanca?
–Tomará bastante tiempo saberlo.
–El bajo crecimiento económico de los últimos cuatro años –1,7% de promedio en el segundo gobierno de Bachelet– ¿ha influido en alguno de los resultados de la encuesta o en ninguno?
–El bajo crecimiento económico de los últimos cuatro años tiene incidencia en que la ocupación haya disminuido y en que los ingresos por trabajo del decil más pobre hayan caído.
–¿Cuánto cayeron?
–En términos reales, los ingresos por trabajo del decil más pobre cayeron un 6,6% entre 2015 y 2017. En 2015 eran de 76.600 pesos. Hoy los ingresos por trabajo de una familia de ese decil son de 71.980. Es decir, perdieron unos 5.000. Pero además pasó que la cantidad de familias que tienen a alguien que gana plata por trabajar en el primer decil, bajó de 54,2% en 2015 a 51,5% en 2017. Todo esto es efecto del bajo crecimiento.
–¿Y cómo le fue al decil más rico considerando los ingresos por trabajo?
–En los últimos dos años, el decil que más aumentó sus ingresos por trabajo fue el más rico. Un 7,9% en términos reales. En 2015 era de 2.599.000 y hoy, este decil tiene ingresos de 2.810.600.
“Crecimiento pro pobre”
–¿Podrían los salarios de los pobres haber crecido más que el de los ricos?
–Es lo que se llama el crecimiento pro pobre, que tiene un efecto en la desigualdad. Porque lo que explica la disminución de la desigualdad en un largo periodo de tiempo –como estudiamos con Francisco Szederkenyi– es justamente la disminución en la desigualdad de los ingresos del trabajo. La CASEN 2017, sin embargo, muestra una tendencia contraria. Es una mala noticia.
–¿Eso explica que la desigualdad se haya mantenido?
– En buena parte. Los ingresos del trabajo se volvieron más desiguales y las otras corrientes de ingresos –como los subsidios y transferencias del Estado–, aunque compensan en algo el efecto, no son suficientes para reducir la desigualdad.
–¿Por qué un gobierno como el de Bachelet que implementó reformas con el objetivo de hacer de Chile un país menos desigual no logró acortar la brecha?
–Uno tendría que preguntarse cuáles son las políticas del gobierno pasado que uno podría esperar que afectaran la desigualdad en un periodo de dos años. Ciertamente, no la gratuidad que podría afectarla en el largo plazo (aunque tengo dudas que la gratuidad tenga efectos en la desigualdad en el largo plazo). La reforma laboral, hay que concederle que no estaba en plena vigencia hasta este año. La tributaria, no estaba en plena vigencia tampoco cuando se tomó la encuesta, en noviembre de 2017. Y se me acaba la lista de grandes cambios.
–Entonces no se podría asegurar, según usted, que sea un fracaso de Bachelet el estancamiento de la desigualdad.
–No, porque ninguna de las reformas de Bachelet tenía la capacidad de impactar en la desigualdad en dos años. Pero el peor crecimiento, siempre es una peor noticia para la gente que tiene menos alternativas.
–Se estanca la pobreza multidimensional y la desigualdad. ¿Es el modelo económico el problema? ¿Hay que aplicar retroexcavadora, como señaló el senador Quintana?
–Yo creo que no. Nuestro modelo ha demostrado que puede hacer mucho por reducir la pobreza y si uno mira una serie más larga que dos años, también ha reducido la desigualdad. Probablemente no a la tasa que queremos, pero eso tiene más que ver con la capacidad de nuestro Estado de reducir desigualdad por la vía de subsidios y transferencias. Nuestra experiencia pasada con la retroexcavadora no fue buena.