El último informe del PNUD nos invita a reflexionar sobre las dinámicas sociales que han cruzado al país en los últimos años. Sin embargo, patologiza los procesos de subjetivación de los chilenos, asignándoles además demasiada responsabilidad en la dificultad del país para concretar los cambios.
El recientemente publicado Informe Sobre Desarrollo Humano en Chile 2024, realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ofrece una oportunidad para mirarnos reflexivamente. Se trata de un informe que combina una visión amplia y fundada con el cruce de diversas fuentes de información.
Titularlo como “¿Por qué nos cuesta cambiar?: conducir los cambios para un Desarrollo Humano Sostenible” es inadecuado y no le hace justicia a la rica información que contiene. Las sociedades no son entidades estáticas. Aunque tendemos a vincular costumbres o modos de actuar permanentes a identidades colectivas, estas asociaciones son altamente selectivas y excluyentes: se eligen algunos rasgos “fundamentales” y se dejan fuera muchos otros. Se trata de selecciones históricamente situadas y tienden a entregar más información de quienes las realizan, como ocurre con algunas conclusiones presentes en el informe del PNUD.
El informe, en efecto, da cuenta de múltiples modificaciones en las pautas de conducta en el país en la última década, señalando más bien que cambios institucionales anhelados por la ciudadanía se han entrampado por las insuficientes capacidades de conducción en nuestra sociedad.
Así, se sugiere que las dificultades por las que atraviesa Chile se deben tanto a la incapacidad de las instituciones políticas de incorporar las posibilidades del presente para conducir las oscilaciones del futuro, como también a la “individuación asocial”, un individualismo exacerbado que condiciona negativamente las relaciones sociales. Si bien la primera conclusión sobre las instituciones es adecuada, la segunda merece una mayor reflexión. Parece una conclusión apresurada que refleja una comprensión dicotómica y simplista de las orientaciones proindividuales y prosociales de las personas.
A nivel comparado, en Chile se tiende a favorecer la igualdad de ingresos por sobre los incentivos para el esfuerzo individual. Según la última Encuesta Mundial de Valores, mientras en Chile un 35% se muestra muy favorable a que los ingresos sean más iguales y sólo un 5,3% muy favorable a que se incentive el esfuerzo individual, en Bolivia estos porcentajes alcanzan 13% y 26%; en Portugal 19% y 15%; y 12% y 11% en Alemania. Esto nos deja como un país comparativamente igualitario, opinión que se ha mantenido relativamente estable en distintas mediciones.
Sin embargo, al mismo tiempo, las personas en Chile crecientemente adhieren a los valores meritocráticos. La última encuesta del Centro de Estudios Públicos muestra que un 86% de la población afirma que para surgir en la vida es importante el trabajo duro, un alza de 13 puntos respecto de mayo del 2019. Ha habido, por tanto, continuidad y cambio en las orientaciones proindividuales y prosociales de las personas en el país, conviviendo ambas en la subjetividad de los ciudadanos.
El último informe del PNUD nos invita a reflexionar sobre las dinámicas sociales que han cruzado al país en los últimos años. Sin embargo, patologiza los procesos de subjetivación de los chilenos, asignándoles además demasiada responsabilidad en la dificultad del país para concretar los cambios. Hasta qué punto este diagnóstico habla más de quienes lo redactaron es objeto de otra discusión.