“… el problema es que nadie parece saber a ciencia cierta cuál es el significado de los conceptos ‘plurinacional’ e ‘intercultural’…”.
Condorito, el personaje de ficción más importante de nuestra historia, acuñó, hace más de setenta años, el término “¡Exijo una explicación!”. El pajarraco espetaba tan criolla expresión después de enfrentar una situación insólita e inesperada. Hay ocasiones, sin embargo, en las que la ciudadanía debe exigir una explicación antes de que sucedan los hechos, antes de tomar decisiones importantes que afectarán el futuro de sus vidas y el de sus familias.
La Convención Constitucional está proponiendo cambios extraordinariamente profundos a nuestros sistemas políticos, económicos y sociales. Está planteando entrar en una vía nunca antes recorrida, por lo que es nuestra obligación exigirles que expliquen qué quieren decir, exactamente, con los principios que están impulsando. Antes de decidir si queremos aprobar o rechazar el nuevo texto constitucional, debemos estar debidamente informados. Saber, por ejemplo, cuáles son las implicancias de aprobar el Artículo 1, que declara que Chile es un país “plurinacional” e “intercultural”.
El problema es que nadie parece saber a ciencia cierta cuál es el significado de estos conceptos. Ni siquiera los convencionales que los promueven. En el podcast “Sin Fronteras”, los convencionales Mauricio Daza y Patricio Fernández dijeron que la plurinacionalidad era un concepto “en construcción”, por lo que no podían explicar las consecuencias prácticas de incorporarlo al texto constitucional.
Solo dos países han aprobado, explícitamente, constituciones que establecen la plurinacionalidad: Ecuador (2008) y Bolivia (2009). Si estos son los ejemplos que los promotores del Estado plurinacional tienen en mente, deben decirlo de frente y sin vacilar. Eso les permitiría a ciudadanas y ciudadanos estudiar esas experiencias y decidir, en forma libre, informada y democrática, si son los ejemplos que quieren seguir.
Este no es el lugar para un estudio exhaustivo sobre estas constituciones. Pero hay un dato preliminar que es interesante. En ninguno de estos dos países mejoró el nivel de vida en la década que siguió a la adopción de las pluriconstituciones. El “Estudio Mundial de Felicidad”, dirigido por el académico progresista Jeff Sachs, consigna que tanto en Bolivia como en Ecuador el nivel de satisfacción con la vida cayó estrepitosamente en la década siguiente a las nuevas constituciones. El índice, llamado “Felicidad Nacional Bruta”, contiene un amalgamado de 33 indicadores que cubren las relaciones de familia, la satisfacción laboral, la salud mental, el uso del tiempo, las relaciones comunitarias, la diversidad y cuidado ecológico, la cultura y las relaciones de género, entre otros. En el período 2010-2012, y en lo que a felicidad se refiere, Ecuador se encontraba en el lugar 49 entre 156 países; en el informe del 2022 había caído al lugar 76, una pérdida de casi 30 posiciones. A Bolivia no le fue mejor; cayó del puesto 50 al 76.
Desde luego que no podemos culpar solo a las pluriconstituciones por la creciente tristeza (o falta de felicidad) de nuestros hermanos bolivianos y ecuatorianos. Pero lo que está claro es que este análisis de “antes y después” de la adopción de la plurinacionalidad debiera ser considerado por chilenas y chilenos antes de decidir si nos embarcamos en esta aventura.
Luego de leer los párrafos anteriores, más de alguien dirá que, a pesar del alcance de nombre (plurinacional), no se trata de copiar a Ecuador y Bolivia.
¿De qué se trata, entonces?
Algunos han dicho que se trata de escaños reservados para los pueblos originarios. Solo así las primeras naciones podrían convivir dignamente con los mestizos chilenos. Si esta es la respuesta, sería bueno saberlo, para poder estudiar qué países han adoptado esta forma de discriminación positiva en sus sistemas de gobierno y cómo han funcionado dichos sistemas. Un estudio reciente del centro de estudios sueco IDEA nos da algunos ejemplos de países con escaños reservados: en Nueva Zelandia, siete de 120 escaños son para el pueblo maorí; en Bolivia, siete de 130; en Venezuela, tres de 277. Además, nos dicen que el mecanismo está contemplado en las constituciones de Uganda y Zimbabue, y que algunos países lo incluyen en las asambleas legislativas locales (India, algunos estados de EE.UU., entre otros).
Si la plurinacionalidad pasa por los escaños reservados, digámoslo de frente y discutámoslo a fondo. Sospecho que, una vez que se informen y conozcan la experiencia internacional —incluyendo la del caso neozelandés—, muchos y muchas no estarán de acuerdo con ese sistema. Preferirán una República unitaria, pero diversa, inclusiva, tolerante y multicultural, gobernada en razón al viejo principio de “una persona un voto”.