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Profecías

Joaquín Trujillo S..

Profecías

No es una advertencia ni una amenaza, sino la revelación de un aviso. Quien lo dice no gana nada. Quien lo sufre, no tiene opciones. Es la pura sinceridad.

Desde muy antiguo, la profecía funciona en varios sentidos. El primero, el más famoso, es el siguiente: “no importa lo que hagas pues sucederá esto y aquello”. Fue el caso de Edipo: intentó alejarse lo más posible, siguiendo las estrellas, de quienes creía sus progenitores, para así no matar a su padre ni desposarse con su madre. Y, como la profecía se iba a cumplir igualmente, con su intento de conseguir distancia, no hizo otra cosa que acortarla. Sí, con los que eran sus verdaderos padres biológicos, sin haber tenido cómo enterarse. Por ende, la profecía nefasta ocurrió en buena medida a consecuencia de haber buscado evitarla.

Otro sentido: “si haces esto, necesariamente sucederá esto otro. No importa lo que hagas por evitar las consecuencias de tu acto, ellas te perseguirán y te atraparán”. La gracia de este tipo de profecía es que ofrece la opción de impedir lo que profetiza. Eso sí, siempre según las reglas de la misma. Muchos recuerdan la historia bíblica del profeta Jonás, tragado y regurgitado por una criatura marina. Menos recuerdan que, tras ese conocido episodio, el profeta vaticinó la destrucción de Nínive. Sin embargo, puesto que dicha ciudad decepcionó a Dios menos de lo previsto, su caída fue pospuesta.

Otros sentidos son más complejos. Por ejemplo: “no puedo confesártelo, pero te diré que si haces esto, te sucederá esto otro, única y exclusivamente para que no lo hagas tanto, de tal suerte que, aunque yo quede como un alarmista, mi consuelo será que no cometas toda la extensión del error que pudiste cometer”. Claro, este suele ser el modo de operar de los conservadores. El que no se arriesga, no cruza el río, pero, claramente, existen maneras y maneras de cruzarlo, con menor riesgo. Y en advertirlo, no hay demasiado engaño, sí previsión, aun cuando alcancemos sanos y salvos la otra orilla. Estrategia de tejo pasado.

Un cuarto tipo de profecía es la de un bien superior, que sobrevendrá querámoslo o no, y a cuya consumación solo cabe sumarse. Todos quienes se resten son los retardados de la historia. A este carro se encaraman muchos, siempre asustados de quedarse abajo. Funcionan tal cual las profecías revolucionarias: “ninguna de tus convicciones servirá en este nuevo mundo, debes abandonarlas. Las leyes serán enteramente nuevas, el mundo que conociste ya no te habrá enseñado nada. Por lo tanto, obedécenos a nosotros, puesto que lo vimos venir antes que tú, estamos adelantados en este camino. Nuestras palabras son los mensajes que llegan del futuro”.

Fijémonos bien. No poca de la retórica política funciona con algunos de estos tipos proféticos. El más auténtico es el primero. No es una advertencia ni una amenaza, sino la revelación de un aviso. Quien lo dice no gana nada. Quien lo sufre, no tiene opciones. Es la pura sinceridad. El segundo, en cambio, pertenece al mundo de la libertad bajo las leyes, sean las de la religión o el Estado. El tercero y cuarto, al de los consejos y las extorsiones, paternalista (la conservadora), futurista (la revolucionaria). Y ojo, también hay mezclas.