El Mercurio, 20 de noviembrede 2016
Opinión

Tono, atmósfera y actitud

Ernesto Ayala M..

En una película de ciencia ficción importan mucho el tono, la atmósfera y la actitud de la cinta.

«La llegada»
Dirigida por Denis Villeneuve.
Con Amy Adams, Jeremy Renner y Forest Whitaker.
Estados Unidos, 2016.
116 minutos.

Cuando se piensa en algunos ejemplos altos del género -«2001» (1968), «Solaris» (1972), «Encuentros cercanos del tercer tipo» (1977), «Blade Runner» (1982), «The live» (1988)- todos están marcados por un tono, una atmósfera y una actitud que determinan el destino de la película, desde lo ensayístico operático en Kubrick a lo punk, trash y paródico en Carpenter, pasando por el estetisismo religioso existencial de Tarkovski, la atmósfera conspirativa paranoica de Spielberg o la saturada y húmeda versión del futuro de Ridley Scott. En ese sentido, el canadiense Denis Villeneuve sabe muy bien que si pretende que nos tomemos en serio su última cinta -«La llegada», estrenada en Chile la semana pasada- gran parte de ello estará jugado en la sensación con que nos envuelva.

No es que a Villeneuve le haga falta oficio para lograrlo. En sus dos trabajos anteriores, «La sospecha» (2013) y «Sicario» (2015), pese a retratar ambientes muy distintos -en la primera, un invernal suburbio de clase media en Pensilvania y en la segunda, la polvorienta frontera de Estados Unidos y México- lograba crear atmósferas tensas, agobiantes, de alta incertidumbre en la acción y no poca incerteza moral, donde la institucionalidad vigente, representante de la racionalidad y de la civilización, se veía primero cuestionada y luego resquebrajada.

En «La llegada» la acción toma lugar en una lluviosa Montana, donde se ha posado una de las doce naves extraterrestres que han llegado repentinamente a la Tierra. La profesora Louise Banks (Amy Adams), doctora en lenguas, llega hasta allí convocada por el ejército. Su trabajo, junto al físico Ian Donnelly (Jeremy Renner), es intentar comunicarse con los extraterrestres y tratar de conocer sus intenciones. En términos de atmósfera, tono y actitud, la cinta es de una precisión deliciosa y no es de extrañar que haya despertado grandes entusiasmos en la cinefilia. Su luz invernal, el montaje reposado, diálogos precisos y poco declamativos y el cómo la trama logra tensión prescindiendo casi por completo de las escenas de acción, la ponen a años luz de las opciones tipo «Día de la Independencia» (1996). Con un control casi quirúrgico, «La llegada» te traslada a una situación improbable y te pone fielmente bajo el punto de vista de Louise, una heroína muy particular gracias, como bien escribió Manohla Dargis en el The New York Times, al hablar pausado, la voz baja y los gestos contenidos con que Amy Adams encara el papel.

Sí, «La llegada» es ciencia ficción hecha en grande, tanto en la producción como en sus intenciones, que son muy pro humanidad, entendimiento globalizado, el futuro puede ser amplio y brillante, lado por donde la cinta es débil o simplemente fofa. Hace 40 años esta cinta se habría hecho con muy poco presupuesto, un diseño de arte y visual barato, sin estrellas y posiblemente habría funcionado relativamente bien en su corazón, aunque quizás se hubiera perdido entre cientos de películas de ciencia ficción B, que se hacían hasta mediados de los 70.Ya se sabe: la ciencia ficción barata suele envejecer mal. Pero si hoy se filma con todo, no es porque se quiera que envejezca mejor, sino porque, después de «La guerra de las galaxias» (1977) y «Encuentros cercanos», la ciencia ficción es un buen negocio. En este caso, sin embargo, es también una película hecha con inteligencia y buen gusto, muy superior al promedio habitual de la cartelera. Ahora, dicho esto y pasada la fascinación visual con que uno sale del cine, también hay que reconocer que «La llegada» no posee la tensión moral de las cintas anteriores de Villeneuve ni los arduos cuestionamientos respecto a qué es lo correcto y qué es lo incorrecto. La protagonista, bajo su aparente debilidad física, es valiente, arrojada y fuerte, pero nunca conoce dudas respecto de lo que debe o no debe hacer. Su viaje es uno de encontrar un lugar en el mundo, pero no necesariamente de conocerse a sí misma.