El Mercurio, 30 de julio de 2017
Opinión

Transformado

Ernesto Ayala M..

James Gary (1969) está probando ser digno heredero de la mejor tradición del cine norteamericano, aquella que creció con un ojo en la taquilla y otro que vio el cine como una expresión de su historia

«Z, La Ciudad Perdida»
Dirigida por James Gray. Con Charlie Hunnam, Robert Pattinson, Sienna Miller, Tom Holland.
Estados Unidos, 2017
141 minutos

Con seis largometrajes, James Gary (1969) está probando ser digno heredero de la mejor tradición del cine norteamericano, aquella que creció con un ojo en la taquilla y otro que vio el cine como una expresión de su historia, sus conflictos, de la búsqueda de un sentido en el mundo. Tensionado entre la superproducción y la cinta contemplativa o de agenda política, de festival, el cine intermedio, de adultos, con tensión narrativa y emociones accesibles, ha ido perdiendo grosor y presencia y, entonces, el cine como un todo ha perdido relevancia como artefacto cultural. Por un lado, es puro márketing y espectáculo y, por otro, pasto exclusivo para académicos y curadores. Pero James Gray -como Linklater, Alexander Payne, los hermanos Coen, Paul Thomas Anderson, Kathyrn Bigelow y algunos pocos más en Estados Unidos- se niega a dar la batalla por perdida e insiste en un cine para adultos.

El jueves se estrenará su último trabajo, «Z, la ciudad perdida». Cuenta la historia del teniente coronel Percival Harrison Fawcett (1867-1925), un militar, explorador y arqueólogo británico, especialista en el Amazonas. Allí buscó la ciudad fundada por una civilización perdida, de la que solo obtuvo pistas y restos, ciudad a la que llamó Z. Gray se basa en el libro de no ficción de David Grann y, en su enfoque, más que en mostrar la trascendencia de Fawcett, pone énfasis en su transformación. Fawcett (Charlie Hunnam) comienza como un militar joven y ambicioso en un imperio británico maduro, preocupado, más que nada, por recuperar la posición social perdida por su padre, un aristócrata caído en desgracia. Ello lo lleva a aceptar el encargo de la Royal Geographical Society de viajar al Amazonas y trazar parte de la frontera entre Bolivia y Brasil, para solucionar una disputa territorial. El contacto con la selva y sus habitantes, sin embargo, poco a poco, pero de manera definitiva, lo convertirá en otro. Dejará de ser el aristócrata victoriano, creyente en la fuerza, las armas y la supremacía del hombre blanco, para convertirse en alguien curioso, abierto y atento a la diferencia. En ese sentido, Fawcett podrá ser un explorador sin una gran obra, algo que la misma cinta insinúa al relatar cómo Machu Picchu fue descubierta en los mismos días en que él exploraba el Amazonas, pero sí adelantó parte de la sensibilidad contemporánea de Occidente.

Gray filma «Z» con el estilo clásico, pausado, cuidadoso que lo caracteriza. De hecho, es casi preciosista. Se salva de la pretensión estetizante gracias a la sensualidad que imprime a sus imágenes y a que su preocupación no está en la pura composición, sino en lo que los cuadros transmiten. Gray, por cierto, también entiende a sus personajes y sabe cómo hacerlos complejos y autónomos de su rol puramente funcional a la historia. Así logra darles profundidad y mirada tanto a Nina (Sienna Miller), la esposa de Fawcett, como a su hijo Jack (Tom Holland), pese a que el metraje que poseen en la cinta es relativamente breve.

Si algo puede criticarse a Gray es cierto freno emocional que parece ser también característico. Evitar la sensiblería es respetable, pero eso arriesga eliminar el espacio para que la película cristalice emocionalmente. «Z» es una película muy bien elaborada, grande, magnífica en muchos sentidos, pero como en «La inmigrante» (2013) y en parte con «Dos amantes» (2008), falla en establecer cierto lazo con el espectador; algo evita que sea una película memorable, única, entrañable. «Z» es estupenda, pero no dan ganas de salir a abrazar al director. Quizás es mucho pedir.