El Mercurio, 16 de febrero de 2014
Opinión

Un «Alexis» de invierno

Sergio Urzúa.

Al entrar los seis esquiadores chilenos al estadio olímpico de Fisht, en Sochi, el hombre ancla de la cadena NBC, Matt Lauer, preguntó al aire: ¿Cómo puede ser que Chile, con tantas montañas, no tenga ni una sola medalla en la historia de las olimpíadas de invierno? Buena pregunta. Los chilenos estamos lejos del fenotipo nórdico, pero no hay duda de que nuestra cordillera de los Andes nos provee de estupenda nieve y pistas de esquí reconocidas internacionalmente. De hecho, en el hemisferio sur, nuestro país es de los pocos que pueden ofrecer centros invernales de nivel mundial. Por ello -y sin desmerecer el gran esfuerzo de los atletas que han representado a Chile en estos y otros juegos olímpicos-, ¿por qué no tenemos ni un «Alexis» en deportes blancos?

Alguien podrá argumentar que un país con un ingreso per cápita cercano a los 20 mil dólares no puede darse el lujo de tener medallas en juegos olímpicos de invierno. Mal que mal, estos deportes son caros y requieren inversiones y gastos públicos descomunales. Pero Chile ha realizado esfuerzos para potenciar el deporte olímpico y países con niveles de ingresos similares al nuestro sí generan medallas. ¿Por qué entonces los magros resultados?

Quizás el problema se encuentre en el rol del Estado. En una de esas, un mayor papel de los privados podría evitar el mal uso de los fondos públicos, recaudar más recursos a través de sponsors y donantes, y generar planes efectivos de desarrollo de talentos. Esto, sumado a un sistema de incentivos bien diseñado, acercaría a más de algún compatriota a la esquiva medalla de invierno. ¿Muy impopular la idea? Puede ser, pero tiene fundamento. De hecho, guardando las proporciones, fue la acción de privados en conjunto con el Comité Olímpico de los EE.UU. (institución privada sin fines de lucro) lo que logró, a partir de Salt Lake City 2002, terminar con el desinterés de los estadounidenses por los juegos olímpicos de invierno y transformar a sus atletas en serios contendientes a medalla en casi todos los deportes blancos.

De los europeos también podemos sacar lecciones. Allí el fomento de los deportes de invierno parte desde temprano. De hecho, es común que los colegios públicos lleven a sus alumnos a esquiar. En Chile eso casi no ocurre. Nuestros espectaculares centros de esquí son desconocidos por gran parte de nuestros jóvenes. ¿Responsabilidad del Estado? Sí, pero los privados también podrían contribuir. Imagínese que cada propietario de refugio en centros invernales apadrinara a un menor de escasos recursos en la práctica del esquí, ¿no ayudaría eso también a que apareciera un «Alexis» de invierno? No hay que ser Leonardo Farkas para contribuir con un grano de arena. ¡Vamos, que se puede!