La Tercera, 21 de junio de 2015
Opinión

Una cuestión de precio

Sebastián Edwards.

Paso una semana en España y todo el mundo me bombardea con preguntas sobre nuestro país. Las más recurrentes giran en torno a un tema de Vargas Llosa:

“¿En qué momento se jodió Chile?”.

Mis amigos quieren saber qué pasó con el país que alguna vez describí como “la estrella más brillante del firmamento latinoamericano”.

Yo trato de cambiar de tema y recurro a un truco casi infalible. Hablo de fútbol, del partido entre el Barcelona y la Juventus, y de los futbolistas nacionales que triunfan en Europa. Menciono a Alexis y Vidal, a Pizarro y Claudio Bravo. Por un momento pareciera que el ardid va a funcionar y que no tendré que abordar nuestras penurias. Pero es tan sólo una ilusión. Luego de unos minutos de comentarios deportivos, mis amigos vuelven a la carga, a las preguntas difíciles.

Les explico en forma somera lo de las boletas y de las consultorías políticas y les hablo de la “precampaña”.

Uno de mis colegas me pide que deletree el apellido Insunza, para buscarlo en Google. Mientras la conversación serpentea, lo veo manipular su teléfono inteligente. Golpea la pantalla con suavidad y desliza sus dedos de arriba abajo. Lo veo fruncir el ceño y hacer algunas anotaciones. Me pregunta por el presidente de la Democracia Cristiana. Le digo que es Pizarro. Inquiere si es el mismo apellido que el del futbolista, y cuando le digo que sí, vuelve a sumirse en su aparato y en sus anotaciones.

Columnas de aprendiz

La conversación desemboca en la naturaleza de las consultorías y en los montos involucrados. Todos mis amigos han trabajado como consultores. Conocen ese mercado a la perfección, y no pueden creer que en Chile algunas empresas paguen los dineros mencionados por servicios inútiles. Uno de ellos me recuerda que durante mi paso por el Banco Mundial era yo quien hacía las contrataciones; teníamos un presupuesto elevado y reclutábamos a diversos especialistas para que viajaran a los países de la región y estudiaran, a fondo y en forma concienzuda, el funcionamiento de sus economías.

Mis amigos tienen razón. Cuando examinamos los trabajos y los servicio prestados por los “políticos-consultores”, no hay más remedio que dudar y ser escéptico. Porque la verdad es que la “relación precio-calidad” es estratosférica: precios altísimos y calidad paupérrima.

Tomemos el caso de los informes del ex ministro Insunza, divulgados por él mismo en su página web. Se trata de breves textos, casi todos de tres páginas, escritos en un lenguaje simple y accesible. Si alguien tuviera que describir su género, no diría, bajo ningún punto de vista, que se trata de informes técnicos. No hay análisis de cifras ni consideraciones probabilísticas, ni cálculos difíciles (o fáciles); no se mencionan distribuciones estadísticas; no hay estimaciones de medias, modas, medianas, ni desviaciones estándares; menos aún coeficientes de variación. No se habla de hipótesis nula o alternativa, tampoco de tests estadísticos, ni del “t” de Student ni del Chi cuadrado, por nombrar tan sólo a los más corrientes.

Peor aún, ninguno de los informes habla de minería.

Si no son informes técnicos, ¿qué es lo que tenemos frente a nuestros ojos? ¿Cómo describir estos breves textos? Quizás lo más adecuado sería decir que son intentos por hacer columnas de opinión. Digo “intentos”, porque las opiniones son blandas y un poco sosas, porque todo lo que hay es una especie de resumen de lo que circula en los medios. Son breves textos que sacarían mala nota en un curso de periodismo para principiantes en una universidad malita y sin acreditación.

Pero olvidémonos, por un momento, de la calidad y concentrémonos en cuánto debiera estar dispuesta a pagar una empresa por este “producto”.

Un análisis del tarifado de los columnistas de la plaza indica que, con suerte, columnas de esa calidad conseguirían 100 mil pesos cada una. Una cifra ínfima en comparación con lo cobrado por el ex ministro. Claro, hay algunos plumarios que obtienen cifras superiores -algunos, muy superiores-, pero son columnistas consagrados que producen textos con dientes, opiniones que causan polémicas y afectan a la opinión pública. Algunos, incluso, se anticipan a ella. Es por esto que, después de leer los escritos de Insunza, resulta inevitable preguntarse por qué producto o servicio estaban pagando las empresas involucradas. Y la palabra que queda en el aire, la palabra perturbadora es “servicios”.

Bajo sospecha

Pero, desde luego, el ex ministro no es el único que se encuentra bajo sospecha.

El caso de los hermanos Pizarro es, quizás, más complejo e inverosímil. Según los comunicados de prensa, los jóvenes hermanos cobraron 40 millones de pesos por “asesorías orales” a una empresa de la plaza. Resulta que yo he tenido contratos por ese tipo de asesorías. Más aún, a través de los años he contratado a diversas personas para que las hagan. Y el ingreso de los jóvenes Pizarro Cristi supera por mucho lo que obtienen personas con una vasta experiencia profesional, ex ministros de Hacienda y ex presidentes del Banco Central. Mis amigos madrileños se preguntaban, con justa razón, qué información podían tener estos noveles egresados que no podían proveer hombres y mujeres curtidos, con doctorados del MIT o Harvard, con décadas de experiencia, con la capacidad de construir modelos matemáticos de simulación estocástica, personas que habían enfrentado crisis y las habían sorteado con éxito.

Mis amigos madrileños se lo preguntan y me miran con malicia.

Guardo un discreto silencio, mientras pienso que aunque Chile no se ha jodido, va por mal camino.

Entonces, recuerdo a Francois Mitterrand, quien ante el descalabro en el que cayó su país en los medianos de los 80, tuvo la visión y la valentía para cambiar de rumbo y rescatar a Francia de una crisis aguda.

¿Podrá Michelle seguir sus pasos? Esa es la pregunta del momento. Mucho más importante que el destino de la Selección en la Copa América.