El Mercurio, 13 de mayo de 2018
Opinión
Economía

Vargas Llosa, Friedman y la dictadura chilena

Sebastián Edwards.

Friedman termina la epístola de la siguiente manera: ‘La libertad es indivisible. Una mayor libertad económica promueve y facilita la libertad política.

Mario Vargas Llosa volvió a poner sobre el tapete el tema de las dictaduras. En un intercambio fulminante con Axel Kaiser, el novelista declaró que no había dictaduras buenas. Todas son malas, destruyen sociedades y coartan el más preciado de los valores, la libertad. En una entrevista publicada en el Financial Times el domingo pasado, el escritor regresó al tema. Después de referirse a su amour fou con Isabel Preysler, apuntó que la geografía política de la región había mejorado notablemente. Excepto en Cuba y Venezuela, en todas partes hay democracias. Con imperfecciones, pero democracias al fin. Celebró que hayamos dejado atrás a militares y dictaduras.

Vargas Llosa ha sido enormemente consistente. Nadie puede acusarlo de dobleces o de estándares torcidos. En su nuevo libro dice: «No hay mal menor cuando se trata de elegir entre dos totalitarismos». Ha sido, desde hace décadas, un paladín de la libertad, cómo olvidar su declaración hace 30 años, cuando espetó que México bajo el PRI era «una dictadura perfecta».

Milton Friedman, el padre de la «escuela de Chicago», no ha corrido la misma suerte. Durante décadas, su nombre ha sido asociado al de Pinochet. Existe la noción -equivocada, pero persistente- de que el economista apoyó la dictadura en Chile y que fue un asesor de la Junta. En 1976, durante la ceremonia del Premio Nobel, Friedman fue atacado por manifestantes de izquierda, y en las décadas siguientes fue tildado de cómplice de las torturas y violaciones de los derechos humanos en Chile.

Pero como Leonidas Montes ha documentado en una serie de artículos académicos, lo anterior es una fabricación de quienes se oponen al sistema de mercado. Es verdad que Friedman justificó el golpe de Estado. Pero desde temprano insistió que era necesario regresar con rapidez a la democracia. Recalcó que la libertad no se podía dividir: no hay verdadera libertad económica sin libertad política; tampoco libertad política sin libertad económica. Friedman se reunió una vez con Pinochet, el 21 de marzo de 1975. Varias personas estuvieron presentes durante la conversación de 45 minutos. Estos testigos -Rolf Lüders y Al Harberger, por ejemplo- aseguran que se trataron temas generales y que de ningún modo se puede considerar como una «asesoría».

Un mes después, el 21 de abril de 1975, al regresar de un viaje a Australia y a petición de Pinochet, el profesor escribió una carta resumiendo su visión sobre Chile. Expresó que derrotar la inflación era esencial, y que para ello se requerían medidas como las tomadas por Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Se refirió a estas medidas como «políticas de shock «. Lo esencial era reducir con fuerza el déficit fiscal, déficit que se empinaba por encima del 10% del PIB.

La «Colección Especial» de la Hoover Institution, en la Universidad de Stanford, contiene los archivos personales de Milton Friedman. En las cajas 188 y 189 está su correspondencia relacionada con Chile. En cada una de ellas hay una treintena de carpetas con cartas, notas, memorándums y algunos recortes de prensa. Entre las cartas se encuentra la misiva sobre la política de shock .

Pero en el archivo hay dos cartas adicionales a Pinochet (ambas en la caja 188). La más importante es del 7 de agosto de 1976. En ella, Friedman intercede por Fernando Flores, el ex ministro del Presidente Salvador Allende, quien en ese momento era un preso político al que se le había negado el debido proceso. Friedman insta a Pinochet a remediar con premura la situación. Debe permitir que Flores emigre a los EE.UU. o que sea sometido a un juicio justo y transparente.

Friedman termina la epístola de la siguiente manera: «La libertad es indivisible. Una mayor libertad económica promueve y facilita la libertad política. Pero igualmente, una mayor libertad política promueve la libertad económica y contribuye al progreso y al desarrollo».

Pinochet no contestó. En esos días, Fernando Flores fue liberado y viajó a California, donde tuvo una carrera brillante.

El archivo también incluye una carta al general Soto McKenney, entonces rector de la Universidad de Chile, fechada el 7 de septiembre de 1986. En ella, Friedman declara que está altamente preocupado por los ataques que han recibido las universidades -sus profesores y estudiantes- por parte del gobierno militar. Urge al rector-delegado a ponerle fin a esta situación. Destruir instituciones antiguas y de gran prestigio como la Universidad de Chile generaría un costo enorme para el país. Friedman termina declarando que es muy importante que Chile vuelva a vivir en una sociedad «libre y productiva».

Tanto la visita de Vargas Llosa como las palabras de Milton Friedman nos recuerdan que la libertad es una sola, y que no se puede fraccionar, dividir o segmentar. La libertad no debe ser coartada con argumentos religiosos o ideológicos, menos aún autoritarios. Quienes intentan restringirla son, habitualmente, fanáticos de distintos tipos. Como asevera Vargas Llosa, entre los principales enemigos de la libertad se encuentran «ciertos economistas hechizados por el mercado libre, como una panacea capaz de resolver todos los problemas sociales».

El Presidente Sebastián Piñera debe estar alerta, para evitar que elementos conservadores y autoritarios secuestren su gobierno y terminen restringiendo nuestras libertades. El Mandatario debe entender que sus peores enemigos no están necesariamente en la izquierda, sino que en esa «derecha cavernaria» que cree en la libertad a medias, en la libertad cercenada, en la libertad económica, pero no en la libertad individual y completa. Los verdaderos enemigos están en lo que Vargas Llosa ha llamado las «pandillas de dogmáticos e intolerantes… (que) cifran el destino de la libertad solo en la existencia de mercados libres». El peligro está en esa derecha autoritaria que afirma que «en Chile no hubo dictadura».