La Segunda
Opinión
Constitución

Zorros expertos

Aldo Mascareño.

Zorros expertos

Quien llegue a la comisión experta debe ser consciente de esto. Tiene que evitar considerar su labor como la simple aplicación del saber que dispone o tratar los problemas constitucionales, siempre socialmente multideterminados, como proyecciones de doctrinas y teorías unilaterales.

Si el zorro sabe muchas y el erizo solo una gran cosa, los expertos serían algo así como el tímido mamífero espinudo con el que uno puede toparse en la noche europea. La metáfora de Isaiah Berlin, útil para distinguir tipos de pensadores, puede replantearse cuando se trata de la relación entre política y conocimiento en sociedades complejas modernas.

En ellas el conocimiento experto teje una red densa que conecta distintos ámbitos. Es el motor de la investigación científica. Para que no se detenga, ningún conocimiento puede considerarse definitivo, sino solo provisional. En la economía, junto a los clásicos factores productivos tierra, capital y trabajo, el conocimiento experto se ha transformado en un componente esencial. En el derecho, los paneles de expertos son clave para el esclarecimiento de casos altamente técnicos en los que se requiere más que conocer la doctrina.

Y si en política se trata de tomar decisiones colectivas vinculantes, entonces la asociación con el conocimiento experto no solo tiene un componente técnico, sino también un imperativo ético: las decisiones que nos afectan a todos deben tomarse informadamente, con conocimiento.

En todo caso, al experto siempre lo cubre la sombra de su relación con el secreto. En sociedades antiguas, el sabio y el chamán manejan símbolos de acceso de los que nadie más dispone. En la premodernidad, con el inicio de la cultura escrita se hace necesario disponer de expertos que aporten la “interpretación correcta”, especialmente de textos religiosos. Esto evitaba el “virus de la igualdad’ y permitía construir un orden estratificado que se aseguraba a sí mismo. En la modernidad esto se racionalizó como “autoridad del experto”: este sabe más de algo que otros. Sin embargo, con el incremento de complejidad actual, mientras más experto se es en un campo, más ignorante se es en todo lo demás. Este es el punto ciego de todo experto: su alto conocimiento no le permite ver su ignorancia.

Quien llegue a la comisión experta debe ser consciente de esto. Tiene que evitar considerar su labor como la simple aplicación del saber que dispone o tratar los problemas constitucionales, siempre socialmente multideterminados, como proyecciones de doctrinas y teorías unilaterales. Es un hecho que los expertos obtienen su legitimidad original del conocimiento. La selección que hará el Congreso les aportará parte de la legitimidad democrática que requieren. El resto deben construirlo ellos mismos sabiendo que la política democrática es un permanente aprendizaje de lo que no se sabe, cuyo fin es responder a la diversidad de ciudadanos que, en último término, mandatan.

A Berlin le complicaba clasificar a Tolstoi. Sugirió que se trataba de un zorro que creía ser erizo. Nuestros expertos tendrían que ser erizos que se creen zorros. Una Constitución bien vale este esfuerzo.