Por distintas razones los resultados de esta elección presidencial, tanto de primera vuelta como del balotaje, han sido interpretados como sorpresivos. Es difícil entender como algo así puede suceder. Para explicar esta paradoja se ha sostenido que en la primera vuelta se equivocaron las encuestas y en la segunda los analistas. Aquí se sostiene que el resultado del balotaje es enteramente comprensible a partir de las encuestas, en especial las del CEP, que durante un período largo venían exhibiendo algunas regularidades que quedaron plasmadas el 17 de diciembre.
En la primera vuelta la encuesta del CEP, hecha entre el 22 de septiembre y el 16 de octubre, es decir con bastante antelación a la elección, dejó entrever que Sánchez obtendría una proporción menor de votos de la que finalmente obtuvo y Piñera una mayor de la que efectivamente logró. ¿Se pueden compatibilizar ambas realidades? En estas líneas sostenemos que ello es así. Para ello solo se requiere darle una connotación ideológica acotada a nuestro proceso electoral. Si se piensa que el 55 por ciento de los votantes que no votó por candidaturas de la derecha el 19 de noviembre son muy cargados ideológicamente es difícil compatibilizar los resultados de primera y segunda vuelta.
Hacemos especulaciones electorales a partir de datos agregados, reconociendo todos los problemas que ello tiene, para ver si podemos relativizar el contenido doctrinario del voto. Entre otros aspectos hacemos notar que en las comunas donde Enríquez-Ominami y Sánchez obtuvieron una mayor proporción de votos menor, en términos relativos, fue el traspaso de votos de ambos candidatos a Guillier. Es decir, en aquellas comunas donde sus votaciones proporcionales fueron altas una parte de estas parece explicarse por electores con baja carga ideológica. Observamos al mismo tiempo que ello no ocurre con Carolina Goic. Esto, por cierto, no significa necesariamente que esos votantes de Sánchez y Enríquez-Ominami se hayan inclinado por Piñera en el balotaje. Es difícil saber cuántos de ellos lo hicieron sin tener información precisa respecto del número de votantes nuevos que se agregaron en segunda vuelta. Con todo, algo más del 20 por ciento de los votantes de Beatriz Sánchez no parece haberse manifestado por Alejandro Guillier en una segunda vuelta.
Es muy probable, entonces, que en la votación por los candidatos de centroizquierda no oficialistas haya existido un voto importante de castigo al Gobierno de bajo contenido ideológico. Ello es consistente con las grandes tendencias de las encuestas CEP. Estas mostraban una fuerte desaprobación al Gobierno y a la Nueva Mayoría. Particularmente interesante es la baja proporción de personas que durante la actual administración manifestó que el país estaba progresando. Esta realidad terminó pasándole la cuenta al Oficialismo. Pero también las encuestas del CEP mostraban una buena evaluación de Sebastián Piñera a pesar de los cuestionamientos que enfrentó. Esta resiliencia también parece haber sido un factor que ayuda a entender su gran resultado electoral.