Nº 158, septiembre 1995.
Puntos de Referencia
Ciencias Sociales
Filosofía
Opinión Pública
Política
Religión

¿Dónde están las fuerzas conservadoras? Costumbres en Chile

Ximena Hinzpeter, Carla Lehmann S.B..

  • Intentando iluminar la cuestión se rastrearon cuatro preguntas incluidas en el tema especial sobre Mujer del Segundo Estudio Nacional de Opinión Pública del CEP. Lo que se presenta es un análisis empírico y objetivo, no un estudio normativo o valórico. Su objetivo es esclarecer algunos de los elementos que debiera incluir una estrategia conservadora exitosa.
  • Esta búsqueda surge de la premisa de que, entre otros muchos aspectos, para las personas de temperamento conservador la institución matrimonial es, indiscutiblemente, indisoluble. Y sólo, y exclusivamente, los cónyuges están éticamente autorizados para tener relaciones sexuales. A su vez, estiman que el rol principal de las mujeres casadas está al interior del hogar.
  • Luego de observar el comportamiento de la muestra frente a estos temas es posible levantar una hipótesis: las inclinaciones tradicionales de los chilenos tienden a presentarse más fuertemente en aquellas personas con menor nivel educacional. Es en ellas donde es posible encontrar al segmento conservador más grande y fuerte de la sociedad chilena.
  • Los datos evidencian con claridad la existencia de una relación inversa entre educación y conservadurismo. La posición más restrictiva se va tornando más relevante a medida que disminuyen los años de estudios de las personas. Y alcanza su máxima intensidad entre aquellos que nunca asistieron al colegio o a lo más lo hicieron durante tres años. Entre un 50 y un 60 por ciento de ellos considera que el divorcio jamás debiera permitirse, que toda relación sexual prematrimonial es moralmente inaceptable y que ciertamente si la mujer trabaja es más probable que la pareja se separe.
  • De lo anterior se sigue que un movimiento conservador en materia de costumbres debería apuntar a dos objetivos: movilizar en sus causas a los sectores menos educados y, en especial, a los grupos evangélicos; y colocar a personas y dirigentes de origen popular como voceros. Por el contrario, una campaña hecha por las elites más educadas difícilmente podrá lograr sus metas. Esta es una bandera de los segmentos menos instruidos en la cual debieran ser ellos mismos los protagonistas.