Las convicciones pueden conducir al aislamiento y el solipsismo. Y el pragmatismo, a la apertura y el realismo.
Recordar a Max Weber es un sano ejercicio en momentos de incertidumbre política. También en tiempos de duda y confusión. Ante una audiencia de jóvenes universitarios atraídos por la revolución, Weber apeló a la vocación moral y al sentido de responsabilidad en la política. En su famoso discurso “La política como vocación” (Politikals Beruf, 1919), reflexiona sobre las tensiones entre moral y política, sobre ese frágil equilibrio entre la “ética de la convicción” y la “ética de la responsabilidad”. Son las complicadas relaciones o, mejor dicho, las tensiones entre ética y política. Ese esquivo equilibrio al que todo político aspira.
Y en estos tiempos donde nuestras relaciones y tratados internacionales son noticia, esta tensión emerge con más fuerza. La apertura comercial y el derecho internacional no solían ser tema en nuestro país. Era algo que dábamos por sentado. Chile era un ejemplo. De hecho, nos enorgullecíamos de ser un país abierto y responsable a la hora de zanjar nuestros conflictos. No obstante, la actitud del Gobierno en estas materias ha sido confusa y errática. Tal vez muchos siguen aferrados al programa, a las convicciones y a ese ideal de un desarrollo verde turquesa más anclado a Latinoamérica. Hay que superar las tensiones entre latinoamericanistas y globalistas.
Aunque podríamos seguir elucubrando sobre el ethos weberiano, quejarnos porque la política se hace con la cabeza y no con las emociones propias, la realidad es más simple. Una cuota de responsabilidad, esa palabra que ha estado ausente por tanto tiempo, es clave. Y la responsabilidad, esto no podemos olvidarlo, es simplemente “responder”. El tema es cómo y cuándo.
El cómo será apelando a la muletilla de las side letters. Y aunque ya sabemos algo acerca del cuándo, mientras la responsabilidad se dilata o se escabulle, el problema es la oportunidad. Los griegos distinguían entre chronos y kairós. Ambas palabras se refieren al tiempo, pero de distinta forma. Chronos es lineal, el reloj que marca el inexorable paso del tiempo. Kairós, en cambio, es el momento apropiado para una acción. Un buen político debe manejar los tiempos de la política, el kairós para las decisiones.
Al margen de las opacas y confusas negociaciones en torno a las side letters, el Gobierno ya se comprometió a resolver el tema del TPP-11 este año. En medio de la ambigüedad —o del manejo político de la oportunidad—, al menos surge una luz de realidad. Ahora solo faltaría “responder”. Lo que sí es evidente es que las convicciones pueden conducir al aislamiento y el solipsismo. Y el pragmatismo, a la apertura y el realismo.
En un excelente discurso weberiano para celebrar los 20 años del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica, la ministra Tohá habló de la importancia de cumplir, de responder a lo que se promete. Y todo esto en relación a la confianza. Cultivar y regar la confianza —que se relaciona con el “responder” de la responsabilidad— es la mejor inversión para un país. Cuando hay dudas y confusión, la responsabilidad se desvanece y la confianza se aleja.
Aníbal Pinto Santa Cruz, quien tuvo una estrecha relación con el Partido Comunista, ya había dado en el clavo argumentando que en nuestros fracasados intentos para alcanzar el desarrollo “ha influido el elemento político”. No solo reclama “una manifiesta ignorancia” que perjudica al desarrollo económico. También destaca que todas estas emociones son alimentadas por “una suerte de atracción desmedida hacia aspectos ‘redistributivos’ o sociales, sin vincular estas legítimas y sanas inquietudes con los hechos” (“Chile. Un Caso de Desarrollo Frustrado”, 1959, p. 125). El PC y sectores del Frente Amplio saben mucho de convicciones. Tal vez por eso el Presidente, como planteaba Max Weber, navega entre las convicciones y la responsabilidad.